miércoles, 28 de noviembre de 2012

Vendrá a juzgar


Creo ―con fe teologal― que vendrá con toda su gloria. Espero ―con Esperanza teologal― que vendrá pronto, antes de que el mundo se destruya a sí mismo.
Sé que habrá un juicio y que mi vida ―la de cada uno― será pesada en la balanza de la justicia y de la misericordia de Dios. Pero sé también que el Señor juzgara a los pueblos en su conjunto; a las naciones y a las ideologías; a los movimientos y a los partidos, a las ONG, a las Naciones Unidas y a la Unión europea; a los reinos y a las repúblicas; a los parlamentos y a los caballeros de la mesa redonda; a los que dan premios y a los premiados; a los banqueros y a los bancarios; a los filósofos, a los jueces, a las iglesias, a los sacerdotes, a los predicadores…
Dios creó el mundo como una unidad. Cada una de nuestras acciones alcanza los confines del universo. No estamos solos y seremos juzgados también por el bien o el mal que hayamos sembrado sin saberlo.
Cuando Cristo venga y juzgue a las naciones, esa expresión tan española ―”¡no hay derecho”!― dejará de tener sentido. Él traerá el Derecho y la Justicia.

martes, 27 de noviembre de 2012

Sentado a la derecha de Dios


En cierta ocasión, Santiago y San Juan pidieron al Señor que les concediera un puesto a su derecha y a su izquierda en el Reino de los Cielos. Los “hijos del trueno” ―así los llamó Jesús y no precisamente por la dulzura de su carácter― habían salido a su madre, Salomé, que hizo de intermediaria.
No le pareció mal al Señor la sorprendente pretensión de sus apóstoles. Era una buena oportunidad para sondear la grandeza de su corazón.
―No sabéis lo que pedís ―les respondió―. ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?
A coro contestaron que sí, que con tal de estar siempre a tu lado, sufrirían todos los malos tragos que hiciera falta.
―¡Beberéis mi cáliz! ―les prometió entonces Cristo―; pero el puesto en el Reino ya está adjudicado.
Así debe ser: junto al Señor estarán el Padre y el Espíritu Santo. Y a su derecha, María Santísima con cuerpo y alma, coronada de estrellas. Y San José…
“Sentados” a la diestra de Dios, como dice el credo. Amén.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Subió al Cielo


Si no hubiese sabido que “no puedes engañarte ni engañarnos”, como decía el viejo catecismo que yo estudié, habría pensado que tratabas de confundirnos.
―"Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos".
¿Recuerdas? Fueron ésas, según San Mateo, tus últimas palabras antes de desaparecer entre las nubes. No te extrañe que nos quedásemos todos boquiabiertos mirando al Cielo. Yo pensaba que era una broma, que regresarías enseguida. Tuvo que venir un ángel para desengañarnos.
―"Dentro de poco no me veréis, y un poco después me volveréis a ver…"
Estábamos cenando en la víspera de la Pascua cuando dijiste esas enigmáticas  palabras. ¿Cómo no pensar que bromeabas, que querías jugar con nosotros al escondite antes de llevarnos contigo a la morada que ibas a preparar?
Lo entendí más tarde, el día de Pentecostés, cuando tu Espíritu empezó a vivir en el centro de mi alma y en la Iglesia entera; cuando tu Cuerpo sacramentado llenó los templos del mundo para ser alimento y compañía; cuando yo mismo te presté mi voz y mis gestos para traerte sobre el altar y perdonar los pecados; cuando te vi andrajoso, sentado en la puerta de la iglesia. 
Comprendí entonces que estás lejos y cerca; más allá de las estrellas y tan próximo como el aire me llena los pulmones y me da la vida. Sé que me preparas una habitación en el Cielo, pero estoy feliz con la que tengo aquí porque tú estás a mi lado.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Resucitó


¡Ha resucitado, sí! Jesús ha resucitado.
―Pero entonces, ¿por qué no se incendian las estrellas para celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte? ¿Cómo es posible que aún no suene la gran sinfonía de la resurrección?
―¡Mares, ríos, montañas, desiertos, océanos, huracanes todos, reuníos bajo la batuta del Creador! ¡Pájaros del cielo, borricos, pastores, estrellas de oriente!, ¿por qué os escondéis?
Jesús resucita en silencio en la noche más triste de la humanidad. Mientras los apóstoles rumian su dolor y su vergüenza, unas pobres mujeres enamoradas que no tienen miedo a los soldados ni a la gran piedra que ciega la puerta de la tumba, caminan decididas para ser los primeros testigos del triunfo de Cristo.
―¿Testigos, las mujeres? ¡Qué patraña! ¿Acaso no sabéis que las mujeres no son aptas para declarar en juicio? Ni siquiera los tribunales de Roma las escucharán.
Lo dirá el propio Cleofás unas horas más tarde mientras huye con su compañero camino de Emaús:
―”Algunas mujeres de las nuestras nos alborotaron, porque fueron muy temprano al sepulcro, y al no hallar su cuerpo, regresaron diciendo que habían visto visiones de ángeles… Pero, ya sabes cómo son las mujeres.
Tienen que pasar los días para que los apóstoles asimilen por completo la verdad; el hecho histórico que es fundamento de toda nuestra fe. Jesús ha resucitado y ya no volverá a morir.
Han pasado más de veinte siglos y los cristianos no tenemos un mensaje más grande ni más definitivo que éste: el Señor vive. Ya no podrán matarlo sus enemigos. Es Eucaristía en el Pan y en el Vino consagrados; es Palabra en su Palabra proclamada; es Amigo que escucha y habla si nos dirigimos a Él en la oración; es Pobre entre los pobres del mundo. Aún resucita muertos, sana enfermos y atraviesa el mar caminando sobre las olas. Sigue expulsando demonios y curando a los tristes.
Es verdad que hoy, como entonces, se esconde para no imponer su presencia a los que no quieren verlo. Pero sigue llamando, buscando amigos, esperando una mirada limpia que pueda reconocerlo.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Padeció

En tiempos de Poncio Pilato. Y fue entonces, justo entonces, ni antes ni después, cuando Dios envió a su Hijo para salvar al mundo.
Parecería un detalle menor el incluir una  referencia al gobernador de Roma en Judea, pero en absoluto lo es. Afirmando que creemos que Dios Hijo fue muerto y sepultado "en tiempos de Poncio Pilato", encuadramos la Historia del Hijo de Dios en un determinado periodo de nuestra historia, y en un concreto lugar. Dios viene al mundo a diario. Ya estaba aquí antes de nacer en Belén. Sigue aquí después de ascender y sentarse a la derecha del padre. Pero, en tiempos de Poncio Pilato, se encarnó de María la Virgen. En tiempos de Poncio Pilato se hizo hombre, y por nuestra causa fue crucificado, padeció y fue sepultado. Y resucitó al tercer día, en tiempos de Poncio Pilato.
Aquello fue real, cierto, concreto, certero, temporal, desgarrador, hermoso, esperanzador, necesario, único. Lo que afirmamos en el Credo ocurrió donde y cuando tenía que ocurrir, justo donde Dios Padre había previsto que ocurriera, y en el preciso momento que Dios Padre decidió que ocurriera: en tiempos de Poncio Pilato.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Se hizo hombre

Tu Encarnación, Señor, no fue un disfraz ni un maquillaje. Te tomaste en serio nuestra condición terrena. Fuiste carne y sangre, inteligencia y voluntad humanas. Lloraste con lágrimas de hombre y aprendiste a reír con cada centímetro de tu piel, como sólo saben reír los niños. Tu corazón empezó a latir igual que el mío, como un sismógrafo capaz de medir con precisión la intensidad y el ritmo de tus emociones. Aprendiste incluso a aprender, porque en este mundo nadie nace sabiéndolo todo. Tu Madre te enseñó a usar los cubiertos, a lavarte y a peinarte; a ser cortés, recio, valiente, generoso…
Eras Dios, pero aprendiste a obedecer como una criatura. Supiste cansarte en el trabajo y te enseñaron a descansar para rendir más al día siguiente. Hablabas igual que tu padre José. Sin darte cuenta imitabas sus expresiones sus gestos, su acento galileo…
Fuiste débil, porque fuiste Hombre. ¡Cuántas veces te vi caer derrengado y dormir en el suelo después de muchas horas de camino!
Y en el colmo de tu humanidad, te hiciste mortal. Tu cuerpo, como el mío, traía inscrita bajo la piel su fecha de caducidad. Por eso pudieron matarte. Semetipsum exinanivit formam servi accipiens (…) «oboediens usque ad mortem. Así lo dijo San Pablo: “se anonadó a sí mismo tomando naturaleza de siervo (…) obediente hasta la muerte.”
Ahora, a la derecha del Padre, tu cuerpo glorioso resplandece para siempre, vencedor del pecado, de la muerte y de la corrupción. Pero yo sé ―lo creo firmemente― que también allí, en el Cielo, Dios tiene un corazón que late como el mío.
Ojala pudiera acompasar mis latidos a los suyos.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Su único Hijo

―¿Y quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
―Mira, Señor, no te lo tomes a mal, pero según el CIS, la mitad de los jóvenes españoles ni siquiera han oído hablar de ti.
¿Y los viejos?
―Ellos tenían que haber hablado a los jóvenes; pero todavía hay quien dice que eres Juan Bautista, Elías o algún profeta. O sea,  lo mismo que cuando vivías en la tierra.
―¿Y el resto?
―¡Ah, el resto! Hemos mejorado mucho en estos tiempos. Nuestros intelectuales tienen un alto concepto de ti. Unos suponen que eres una imagen literaria símbolo del sufrimiento de los marginados; otros, que fuiste el primer socialista. Dicen también que eres una especie de hippie, un amante de la naturaleza y de los porros, precursor del ecologismo. Lo que explicaste sobre  la importancia de mirar las aves del cielo y los lirios del campo ha dado mucho de sí. Claro que también te han llamado revolucionario y te han colgado dos pistolas en el cinto… He oído que eres un extraterrestre, un cantante de moda, un poeta revolucionario o un juglar inofensivo según los casos… Y, en definitiva, casi nadie entiende qué pintas aquí, en pleno siglo XXI.
―Y vosotros ¿quién decís que soy yo?
―Tú eres mi Señor y mi Amigo, el Hijo único de Dios.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Creo en Jesucisto




Me dicen que no te llame “Señor”, que tú has querido ser nuestro hermano y amigo, y nunca buscaste señoríos humanos.
Es cierto. Trataron de coronarte rey, ¿recuerdas? Aquella multitud que comió los panes y los peces te habrían llevado en volandas a Jerusalén si tú no hubieses huido.
Sin embargo, cuando estuviste a solas con los apóstoles y te inclinaste como siervo para lavarles los pies, al acabar, puesto en pie, dijiste:
―Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy.
También a mí me has lavado los pies cuantas veces que te lo pedí. Y has sido mi Siervo, mi Hermano, mi Amigo; mi único Señor.

martes, 20 de noviembre de 2012

Del cielo y de la tierra


He salido a cazar estrellas en el jardín. El cielo hierve de luces amarillas diminutas. De vez en cuando una nube viajera cubre un trozo del firmamento y me deja ciego.
Yo sé que hay otro universo más grande que éste, que se escapa al alcance de mis prismáticos. En vano trataría de buscarlo al otro lado de la bóveda celeste. Está aquí mismo, a mi lado. Me envuelve, me acaricia y me protege.
Trato de pensar en él. Si este mundo material, donde aún reina el pecado, encierra tanta belleza, ¿qué no será ese Paraíso invisible, creado por Dios para los ángeles?
¿Habrá montañas, desiertos, océanos, bosques, flores, aromas, playas…?
Mi ángel custodio se ríe y me promete una visita guiada cuando nos encontramos, al fin, cara a cara.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Creador



Señor, Tú creaste el Cielo que ahora contemplo. Tuyas son las nubes que vienen del Oeste con una promesa de lluvia en su vientre. De ti llega el viento que agita las copas de los pinos y las aves que se esconden para guarecerse del frío. Tú creaste la tierra, la inexplicable belleza de los desiertos y exuberancia de las selvas tropicales. Tú fuiste el compositor de la melodía que entona cada pájaro del bosque y la que cantan los chopos cuando los agita el viento. Es divina la sonrisa transparente de los niños y la mirada traslúcida de los viejos.
Señor, que nunca deje de verte en la belleza de tus criaturas. Que te vean todos. Es cierto que la tierra está dañada por el pecado del hombre, pero la huella de tus manos es más visible que la herida que dejaron nuestras ofensas.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Padre






Los antiguos judíos te preguntaron muchas veces tu nombre, y tú te resistías a darlo. Nombrar a una persona equivale a conocerla, a encerrarla en un concepto que la defina. Y Tú, Señor, no puedes ser definido. Eres el que está más allá de toda palabra humana.
Moisés, en el Sinaí, volvió a pedir tu nombre, y entonces sí obtuvo una respuesta:
--"Yo soy el que soy".
¡Yahvé! Con esa palabra sagrada nos dejaste a las puertas del misterio.
Jesús, al fin, nos ha revelado tu verdadero nombre: Padre. Así le llamaremos siempre. Y tú contestarás: "Dime, hijo mío".

sábado, 17 de noviembre de 2012

Año de la Fe

Voy a copiar, con permiso, algunas entradas de Don Enrique Monasterio sobre el Credo, aunque conocidas son muy interesantes.


“Creo en un solo Dios…” En uno sólo, en el que está por encima de todo.
Cuando se expulsa a Dios de la sociedad, salen de sus tumbas los viejos dioses dispuestos a dominar la tierra. Vienen engalanados con nombres nuevos, políticamente correctos, pero son los de siempre. Nunca ha habido tantos ídolos, fetiches, tabúes, magos, brujas, astrólogos…
No creo en las mil pequeñas deidades que alimenta el paganismo. Creo en un solo Dios. Soy creyente. Por eso algunas veces parezco incrédulo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Sumar números





Recientemente una niña de doce años ha tenido una gran idea para sumar los primeros cien números naturales. Por lo que han dicho los medios es una novedad y por lo poco que han publicado el procedimento es muy complicado. En mis tiempos era mas sencillo.
Tenemos la serie de los cien primeros números naturales:
1, 2, 3, 4, 5, ........98, 99 y 100
Sumamos el primero y el último: 1 + 100 = 101
Sumamos el segundo y el penúltimo: 2 + 99 = 101
Sumamos el tercero y el antepenúltimo: 3 + 98 = 101
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Así sucesivamente hasta los dos centrales: 50 + 51 = 101
La suma total es 50 x 101 = 5050
Esta regla vale para cualquier serie de números naturales.