miércoles, 27 de febrero de 2013

El año de la fe

Muchas gracias por haber venido a esta última audiencia general de mi pontificado. Asimismo, doy gracias a Dios por sus dones, y también a tantas personas que, con generosidad y amor a la Iglesia, me han ayudado en estos años con espíritu de fe y humildad. Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que han acogido esta decisión importante, que he tomado con plena libertad. Desde que asumí el ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia con la certeza de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la Iglesia es suya, y que Él la conduce por medio de hombres. Mi corazón está colmado de gratitud porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de la fe invito a todos a renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos sostiene y nos ama, y así todos sientan la alegría de ser cristianos. Audiencia 20130227

lunes, 25 de febrero de 2013

El año de la fe

Quedamos agradecidos porque la Palabra de Dios nos ha vuelto a hablar, una vez más, con nuevo vigor. Porque creer no es otra cosa que, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios y así, en el silencio, escuchar la Palabra y ver el amor. En adelante sigamos caminando en este misterioso universo de la fe, para ser cada vez más capaces de orar, de rezar, de anunciar, de ser testimonios de la Verdad, que es bella, que es Amor. Al final, queridos amigos, quisiera agradecer a todos. Y no sólo por esta semana, sino por estos ocho años, en los que han llevado conmigo - con gran competencia, afecto, amor y fe - el peso del ministerio petrino. Queda en mí esta gratitud y aunque ahora termine, permanece una profunda comunión en la oración. Con esta certeza sigamos adelante, seguros de la victoria de Dios, seguros de la Verdad, de la belleza y del amor ¡Gracias a todos! (Palabras del Papa después de los Ejercicios)

domingo, 24 de febrero de 2013

El año de la fe


En la Cuaresma aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da trascendencia a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es aislarse del mundo y de sus contradicciones, como en el Tabor habría querido hacer Pedro, sino que la oración reconduce al camino, a la acción. "La existencia cristiana - he escrito en el Mensaje para esta Cuaresma - consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios".

Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo especial dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a 'subir al monte', a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María: Ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa. Angelus 20130224

sábado, 23 de febrero de 2013

El año de la fe

El ministerio petrino es “primado del amor”. Nada más coherente que esto había podido afirmar “un humilde trabajador en la Viña del Señor”. Un teólogo como pocos en los últimos cincuenta años, cuya inteligencia de la vida cristiana, entrenada por la oración y el conocimiento de la Biblia, no le ha hecho olvidar jamás – ni siquiera en los días más dolorosos – que la Iglesia es una grey que camina, comenzando por Pedro, detrás de Cristo. Y que Él, y sólo Él, la protegerá siempre con la fuerza más grande que cualquier otra fuerza.
“Es el poder del bien – de la verdad y del amor, que es más fuerte que la muerte. Sí, es verdadera su promesa: los poderes de la muerte, las puertas del hades no prevalecerán contra la Iglesia que Él ha edificado sobre Pedro y que Él, precisamente de este modo, sigue edificando personalmente”. Homilía 2009-VI-29
Basta leer el Evangelio, está todo escrito: hay un mar agitado, un Pedro que no sabe qué hacer y está Cristo que aplaca los vientos.
“A través de esta caída Pedro – y con él todos sus Sucesores – deben aprender que su sola fuerza no es suficiente para construir y guiar la Iglesia del Señor. Nadie lo logra sólo por sí mismo. Por más que Pedro parezca capaz y bueno – ya en el primer momento de la prueba fracasa". Homilía 2006-VI-29

viernes, 22 de febrero de 2013

El año de la fe



Copio el primer párrafo del comentario de D. Jesús Ortiz en Religión Confidencial sobre la renuncia del Papa.
"En cada pontificado los creyentes comprobamos que la Iglesia vive impulsada por Dios que elige a las personas e instrumentos más adecuados en cada tiempo. Pensemos en Juan XXIII al convocar audazmente la renovación mediante el concilio Vaticano II a fin de curar también las infecciones doctrinales y morales; en Pablo VI para comenzar a ponerlo en práctica contra viento y marea asegurando la fe de los fieles; en Juan Pablo II y su compromiso por vivir en plenitud las reformas del Concilio, impulsar un gran crecimiento de las vocaciones y presentar una imagen de la Iglesia más real y atrayente para los más jóvenes. Y ahora Benedicto XVI ha ofrecido la Palabra de Dios como alimento definitivo en la vida  diaria de los creyentes, dando a la vez golpes de timón o gestos significativos en la liturgia,  en la curia romana para agilizarla; en hacer más transparente la comunicación institucional o en sanear las complejas finanzas del Vaticano. Aunque, eso sí, gastando su salud física y psíquica machacadas por los casos de pederastia, de filtración de documentos reservados, o por la tergiversación mediática de algunos de sus mensajes. La purificación de Benedicto XVI ha significado también la purificación de la Iglesia que ahora muestra un rostro más limpio".
Texto completo en

jueves, 21 de febrero de 2013

El año de la fe

«Que Benedicto XVI considerase posible, realística y no sólo teóricamente, la renuncia de un Papa, lo sabíamos bien: lo había dicho más veces, tanto de cardenal como después de su elección. Personalmente, lo comprendí después una broma que sucedió, con ocasión de su último cumpleaños cuando hizo 85 años, y que ahora me viene a la mente de repente: Hubo quien dijo: ´Santidad, ad multos annos´, y él respondió, con una sonrisa esquiva y casi irónica: ´Verdaderamente no querría que fueran muchos´. Así que, en cierta manera ya se preparaba».Comentario de Joaquín Navarro-Vals en una entrevista al preguntarle sobre la renuncia del Papa.
Pueden ver el texto completo en http://www.scriptor.org/

miércoles, 20 de febrero de 2013

El año de la fe

Algunas ideas de la meditación del martes:

«Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer», por eso, cuando el hombre y la mujer se aman y generan, prosiguen la Creación y son imagen del Creador. Ya en el comienzo absoluto de la criatura humana, en el embrión, que está en el vientre de la madre, está puesta la mirada de Dios:
«Dios ya ve a esta criatura mínima, conoce toda su historia, toda la secuencia de sus días futuros. Ya ve los esplendores y miserias de esta criatura. Por ello la criatura humana está, desde este comienzo absoluto, bajo la mirada de Dios, que se extiende a lo largo de todo el itinerario de su existencia».
«Por lo tanto el hombre es así porque tiene un mandato divino que debe custodiar, porque tiene un encargo divino, tiene una alianza con Dios. Y ésta es la tarea que tiene en la tierra: representar a su Señor»


martes, 19 de febrero de 2013

El año de la fe

Algunas ideas de la primera meditación de los Ejercicios a los que asiste el Papa:
Con los Salmos, meditando sobre cuatro verbos, el Cardenal Ravasi señaló que rezar es respirar, porque la oración es como el aire para nuestra vida. Rezar es pensar, es conocer a Dios, como hacía María que custodiaba los eventos en su corazón. Rezar es también luchar con Dios, sobre todo cuando se está en la aridez, en la oscuridad de la vida, cuando elevamos al cielo nuestro clamor desesperado, que puede parecer blasfemo. Rezar es amar, poder abrazar a Dios y la oración es algo así como la mirada silenciosa entre dos enamorados:
«Como saben – lo decía Pascal – en la fe, al igual que en el amor, los silencios son más elocuentes que las palabras. Dos enamorados, cuando acaban todo el repertorio de lugares comunes de su amor, si están verdaderamente enamorados, se miran a los ojos y callan».


lunes, 18 de febrero de 2013

El año de la fe

En el momento en que inicia su ministerio público, Jesús debió desenmascarar y rechazar las falsas imágenes de Mesías que el tentador le proponía. Pero estas tentaciones también son falsas imágenes de hombre, que en todo tiempo insidian la conciencia, disfrazándose como propuestas convincentes y eficaces, e incluso buenas. Los evangelistas Mateo y Lucas presentan tres tentaciones de Jesús, que se diversifican parcialmente sólo por el orden. Su núcleo central consiste siempre en instrumentalizar a Dios para los propios fines, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales. El tentador es falso: no induce directamente hacia el mal, sino hacia un falso bien, haciendo creer que las realidades verdaderas son el poder y lo que satisface las necesidades primarias. De este modo, Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, en definitiva se hace irreal, no cuenta más, desvanece. En último análisis, en las tentaciones está en juego la fe, porque Dios está en juego. En los momentos decisivos de la vida, pero si vemos bien, en todo momento, nos encontramos frente a una encrucijada: ¿Queremos seguir al yo o a Dios? ¿Al interés individual o al verdadero Bien, lo que realmente es bien? Angelus 20130217

domingo, 17 de febrero de 2013

El año de la fe

Magnífica entrada de Enrique García Maiquez que copio enterita. La titula: ¿Incoherencia? No, ninguna


"Los mismos que aplaudimos fervorosamente la heroica decisión de Juan Pablo II de no renunciar a pesar de su avanzada enfermedad, admiramos la valiente de Benedicto XVI de hacerlo. Si alguien nos acusara de incoherencia, podríamos replicar que es la cara de la moneda de la cruz de aquellos a los que irritaba tanto lo del Papa anterior y les da alergia lo del actual. Pero no merece la pena enredarse en reproches. Lo interesante es entender lo que late en el fondo de las actitudes. Yo explicaré la mía, que es la admirativa.
En la Iglesia se ve lo bueno de cada uno, como en una familia. Pensad en la vuestra. Se aprecia y alaba a un hermano por ser muy sociable y a otro por ser tan dulcemente tímido; a uno, por su pasmosa habilidad para los negocios y a otro, por su bohemio desinterés por el dinero. Esos ejemplos familiares se llevan al extremo en la Iglesia: alabamos igual al célibe que a los padres de familia numerosa, a las monjas de clausura por su vida de silencio que al rockero dando testimonio de su fe encima de un escenario, desgañitándose; y tanto al misionero en tierras pobrísimas como al hombre de negocios que demuestra que se puede operar en la Bolsa con conciencia cristiana, cada cual donde Dios y él quieren. No existe ninguna otra institución con tal diversidad no sólo de lenguas y de razas sino de carismas, estilos de vida y filosofías como la Iglesia Católica.

Todo lo que no sea directamente malo, que es muy poco, es maravillosamente bueno, todo. Hay un momento gozoso de Las cartas del diablo a su sobrino de C. S. Lewis en las que el demonio protagonista se indigna por la cantidad ingente de cosas que los seres humanos podemos hacer santamente, además de, por supuesto, rezar: dormir, jugar, darnos un baño caliente, tomar una cerveza fría, leer una novela tristísima, reírnos, bailar, besarnos, suspirar, viajar, quedarnos en casa...

Y entre esas cosas, ya ven, se puede ser Papa sin fuerzas hasta la muerte y se puede renunciar si una futura falta de fuerzas amenaza. En ambos casos, puesto que se actúa ante Dios con rectitud de conciencia, se actúa bien, admirablemente bien. No hay contradicción que valga. Juan Pablo II dio un mantenido ejemplo de firmeza, Benedicto XVI lo está dando, aunque nos duela y lo vayamos a echar de menos, de fineza; y entre los dos están demostrando al mundo el inmenso margen de auténtica libertad que tenemos los cristianos".


sábado, 16 de febrero de 2013

El año de la fe

Tradición y tradiciones

Quien tiene boca se equivoca. Ayer El Mundo publicó un artículo mío sobre la renuncia del Papa, que ha disgustado a algunos amigos, señal de que no supe explicarme con la finura necesaria para que personas que me conocen entendieran el mensaje. Sirvan estas líneas de cribado del artículo, para quitar la paja y dejar el grano.
Adelanto que, en mi opinión, el título distorsiona completamente el sentido del artículo. Como casi todo el mundo sabe, los títulos no los pone el autor, sino que dependen muchas veces del espacio disponible, de los artículos de alrededor, del tono que quiera dar el periódico a toda la noticia, y hasta de las preferencias del redactor de cierre. En mi caso, el título natural, Ruptura de la tradición, fue “robado” para la portada del diario, y a mi artículo se le llamó “Traición a la tradición”. Pienso que el uso del término “traición”, que no aparece ni una sola vez en mi artículo, tiene tal carga semántica que predispone a interpretar lo que he escrito en una clave que no es la mía.

¿Y qué he querido realmente decir? En modo alguno he querido criticar la decisión del Papa, sino intentar explicar los motivos por los que pienso que ha tomado esa decisión. El punto de partida, mantenido a lo largo de todo el artículo, era que Benedicto XVI ha renunciado con plena conciencia y con total seguridad de que eso es lo que le pedía Dios. Son sus palabras, repetidas en todas partes, y que no repetí porque aparecen en el cuerpo de la información publicada por ese medio. El artículo no lo pone en duda para nada.

Tras desechar algunas razones aducidas sobre la causa de la dimisión (una enfermedad sobrevenida, una huida ante la dureza de los abusos o por el escándalo de los Vatileaks, o la falta de fuerzas físicas), me centro en explicar cómo lo he entendido yo. En modo alguno he pretendido calificar su decisión ni entrar en la conciencia de nadie, y menos aún en la del Papa, por el que nutro una especial veneración. Ni una sola frase del artículo le juzga, sino que describo –quizá con acierto, quizá equivocadamente– el dilema de Benedicto XVI como el de quien se siente aplastado entre dos planchas de acero: ve con claridad que la guía de la Iglesia necesita una persona vigorosa, y entiende que una renuncia supone una ruptura con la tradición. Ha debido de ser tremendo para él, por la radicalidad de las consecuencias y por el tiempo en que lo ha meditado: casi un año de reflexión.

Romper las tradiciones no es malo, es… completamente nuevo. Y Benedicto XVI lo ha hecho, con plena conciencia de que lo hacía, y con plena seguridad de la bondad de esa decisión, tomada en la presencia de Dios. Y decirlo no es ninguna ofensa al Papa, sino poner de manifiesto… lo que todos tienen ante los ojos.

Es más: si hace una semana alguien me hubiera hecho la pregunta hipotética de si un Papa podía dimitir, hubiera respondido como respondió la Santa Sede entre octubre de 2002 (fecha en que Juan Pablo II dejó de celebrar la Misa de pie) y su fallecimiento en abril de 2005. Posible jurídicamente, altamente improbable… por la fuerza de la tradición en la Iglesia.

El meollo de la discusión está en entender la diferencia en la Iglesia católica, y para Benedicto XVI en particular, entre Tradición, con mayúscula, y las tradiciones. Benedicto XVI –y lo mencionaba en el artículo– ha sido siempre el mejor guardián en la Iglesia de la Tradición con T mayúscula, que ha defendido a capa y espada siempre que alguien la ha puesto en entredicho: en la liturgia, el dogma, la moral. Pero ante las tradiciones con minúscula en la Iglesia se ha comportado con enorme libertad de espíritu, y no se ha sentido vinculado por ellas. Se saltó a la torera la tradición de que no se podía criticar al clero públicamente y que ante una acusación de abusos, lo tradicional era ocultarlo a la comunidad cristiana y a las autoridades públicas; pasó por encima de la tradición de que los sacerdotes que se habían equivocado podían ser castigados, pero los obispos no; y mandó a paseo la tradición de que un Papa no tiene opiniones personales, sino que habla siempre con la autoridad del Pontífice, y como teólogo escribió lo que le vino en gana y pidió expresamente que estaba abierto a debatir sus tesis.
Como ha titulado el ABC, Joseph Ratzinger es un hombre libre, tan firme en sus convicciones que puede dialogar con quien haga falta, sea filósofo agnóstico como Habermas, teólogo rebelde como Hans Küng, rezar con el gran muftí de Estambul o dialogar sobre los escritos de Lutero con los obispos luteranos.

Quizá haya podido sorprender que describa la situación del Papa como “crisis”. Uso la palabra crisis como el momento de incertidumbre ante una situación grave, trascendental y apremiante, que es el sentido de las siete definiciones del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Decir que el Papa ha sufrido una crisis espiritual (y no física) pienso que no es ofenderle, sino todo lo contrario: lo incomprensible sería pensar que ha tomado esta decisión en una situación sin ningún tipo de presión. Crisis espiritual no es una pérdida de fe, sino la situación ante un cruce de caminos en que las dos opciones tienen gran trascendencia. Y nadie mejor que él para saberlo.

Dicho todo esto, reconozco que el símil del divorcio es desacertado, y que la revisión final a toda prisa para ajustar el texto al espacio realmente disponible dejó fuera muchas frases que lo hacían más discursivo y suave, con lo que el resultado final parece una razonamiento a uña de caballo. Culpa mía.

Si alguien se ha sentido ofendido por lo que he escrito, es señal de que no he sabido explicarme bien, y le ruego que acepte mis disculpas más sinceras.

viernes, 15 de febrero de 2013

El año de la fe

La renuncia del santo padre Benedicto XVI de su función de Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, han abierto en la opinión pública un predecible debate sobre el significado de esta elección y sobre el sentido que el mismo pontífice le ha atribuido. Algunos profesores de la Universidad de la Santa Cruz intervienen respondiendo a preguntas que los cristianos y la opinión pública se están haciendo en estos días.
El profesor Norberto González Gaitano, profesor de Opinión Pública, ha explicado que frente a la decisión en conciencia, meditada y sufrida de un hombre --también un papa-- no hay otra reacción que la de manifestar respeto, profundo respeto. Y en esta reacción la opinión pública mundial ha sido unánime: líderes religiosos, jefes de Estado, presidentes de gobierno y la gente en general. Cualquier otro juicio si quiere ser razonable, sólo puede basarse en efectos, calculados o imprevisibles, de la acción realizada, y no sobre la persona o sobre la acción en sí. Y añade que el juicio es necesariamente histórico, formulado por una perspectiva temporal y por lo tanto sujeto él mismo a cambios. Dejemos el juicio a los históricos. Sin embargo, la opinión pública no puede esperar al juicio de los historiadores para formarse. Y sobre este suceso ya se está formando. En base a este tipo de juicio, como profesor que investiga desde hace años sobre opinión pública y la Iglesia, formula algunas consideraciones.
En primer lugar, un análisis de la opinión pública internacional como aparece en los medios de comunicación es claramente muy positivo, también entre los no cristianos. La atención global tan relevante que se le ha prestado demuestra que, de alguna forma, la opinión pública percibe la singularidad de la Iglesia católica y del hombre que la gobierna. En segundo lugar en los ambientes católicos, dentro de la Iglesia, junto a una explícita adhesión a Benedicto XVI y a una aceptación de su decisión, encuentra preguntas y a veces perplejidad. Estas son preguntas que afectan a la opinión pública en la Iglesia. En este plano, en el de la formulación y de la formación de la opinión pública en la Iglesia, avanza algunos argumentos: a nivel de fe, la opinión pública no tiene un rol discursivo. La opinión pública se manifiesta no juzgando sino orando; a nivel práctico, de la comunión de vida, la eventual dimisión de un papa le concierne solamente a él poniéndose delante de Dios y de su conciencia y además el papa ha querido explicarse a los cardenales y a los fieles; finalmente, en el plano contingente, reina la libertad, con argumentos, razonables o no, con mejor o peor fundamento.
El profesor Jesús Miñambres, docente de Derecho Patrimonial Canónico, reconoce que la renuncia del papa a la Sede provoca al jurista una primera reacción de agradecimiento: porque es justo dar a cada uno lo que le corresponde, sobre todo es necesario agradecer al fiel Joseph Ratzinger por el recorrido de vida realizado hasta aquí y por su disponibilidad a la acción de la gracia, que lo ha llevado lejos de la pasión por la enseñanza y la investigación hacia un compromiso en roles de gobierno al servicio de la Iglesia. En términos más técnicos, puntualiza el profesor, la renuncia de Benedicto XVI al oficio de romano pontífice es una de las posibilidades previstas en la Iglesia para provocar la Sede Vacante. Las hipótesis que surgen ahora en torno a este hecho, ¿cómo se configura el estatuto jurídico personal de quien "ha sido" romano pontífice? ¿se puede hablar de obispo "emérito" de Roma? El profesor Miñambres está casi seguro que ha meditado sobre estas cuestiones y ha consultado a los expertos para proceder con prudencia. Pero también está seguro que no han sido estos los aspectos más importantes a tener en consideración antes de decidir el paso que ha dado. Y añade que la libertad de espíritu y la transparencia con la que se ha realizado la decisión, merecen una gran acogida por parte de los fieles al pastor supremo de la Iglesia.
El vicerrector y profesor de Eclesiología Philip Goyret reconoce también que la primera reacción natural de cada católico debe ser la oración intensa y profunda por su persona y por la Iglesia. Pero mirando bien, la decisión del Papa es muy coherente con su pensamiento y, más en particular, con su modo de entender la función petrina que no son los mismos parámetros del gobierno de las naciones. Cuando los apóstoles discuten quién sería el más grande, Jesús dice: "quien es el más grande entre vosotros que se haga el más pequeño y quien gobierna como el que sirve" (Lc 22,26). Añade además que cuando se percibe que las condiciones para desarrollar este servicio disminuyen, la decisión de retirarse surge como elección no sólo coherente, sino también como resultado de un comportamiento personal marcado por la humildad, lejano de apego despótico al poder. El aspecto esencial es siempre el servicio. Podemos decir, finaliza, que la dimisión de la función primordial es también un morir a la gloria, y así Benedicto XVI nos deja un ejemplo tan válido como el de Juan Pablo II.
También para el profesor Johannes Grohe, profesor de Historia de la Iglesia, la renuncia de Benedicto XVI representa algo histórico: aunque se puedan indicar renuncias como la de san Clemente I (97) o la de san Ponciano (235), éstas fueron situaciones de persecuciones de la Iglesia en las que la renuncia tenía el objetivo de no dejar a la Iglesia sin pastor. Ni siquiera la renuncia de san Celestino V (1294) puede tomarse como ejemplo, ya que el santo ermitaño se dio cuenta al poco tiempo de su insuficiencia y de una dependencia sofocante de la corte napolitana, y con gran humildad asumió las consecuencias. Añade el profesor, que el papa ha tomado una decisión de gran valentía y plena libertad: cuando un papa alcanza la clara conciencia de no estar en condiciones físicas, psicológicas o mentales de desarrollar el encargo que se le ha confiado, por lo tanto tiene el derecho y en algunas circunstancias también el deber de renunciar, había declarado en el libro-entrevista de Peter Seewald Luz del Mundo, de 2010.   Servicio Zenit 20130214

jueves, 14 de febrero de 2013

El año de la fe

El Papa se ha encontrado esta mañana en el Aula Pablo VI con los párrocos y el clero de la diócesis de Roma, acompañados por el cardenal vicario Agostino Vallini y por los obispos auxiliares. Antes de entrar en el Aula, habían entrado procesionalmente en la basílica de San Pedro para pronunciar la Profesión de Fe ante el altar de la Cátedra.
 
Benedicto XVI ha sido acogido con las notas del himno “Tu es Petrus”. “Gracias a todos por vuestro afecto, por vuestro amor por la Iglesia y por el Papa: ¡gracias!”, ha dicho antes de escuchar el saludo del cardenal Vallini.
 
Para mí es un don particular de la Providencia -ha continuado- que, antes de dejar el ministerio petrino, pueda ver otra vez a mi clero, al clero de Roma. Es siempre una gran alegría ver como la Iglesia vive, como está viva en Roma: hay pastores que en el espíritu del Pastor supremo guían la grey del Señor. Es un clero realmente católico, es decir, universal y este hecho responde a la esencia misma de la Iglesia en Roma: llevar la universalidad, la catolicidad de todas las gentes, de todas las razas, de todas las culturas”.
 
Hoy habéis confesado el Credo ante la tumba de San Pedro: en el Año de la Fe me parece un gesto muy oportuno y quizás necesario que el clero de Roma se reúna alrededor de la tumba del apóstol al que el Señor dijo :”Te confío mi Iglesia. Sobre tí edificaré mi Iglesia”. Ante el Señor, junto con Pedro habéis confesado: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Así crece la Iglesia: junto con Pedro, confesar a Cristo, seguir a Cristo. Es lo que hacemos siempre. Os agradezco mucho vuestras oraciones que he sentido -como dije el miércoles- casi físicamente. Aunque ahora me retire, estaré siempre cerca de todos vosotros con la plegaria y estoy también seguro de que todos vosotros estaréis cerca de mí, aunque permanezca oculto para el mundo”.
 
A continuación el Papa habló con los presentes en el Aula Pablo VI de su experiencia personal en el Concilio Vaticano II, como los sacerdotes habían solicitado.

miércoles, 13 de febrero de 2013

El año de la fe

No soy el único que recomienda este artículo Enrique García Maiquez. Ayer le copié la foto, hoy le copio el artículo. Ya me gustaría que me pudieran copiar alguna idea feliz de vez en cuando.
Aunque todavía falta para el conclave, no está demás que empecemos la cuaresma rezando por Benedicto XVI y por el Papa que salga elegido. Que se va a encontrar la Iglesia muy tranquila, pero con unos problemas nada fáciles.

martes, 12 de febrero de 2013

El año de la fe

La renuncia del Papa Benedicto XVI es como un rayo que nos caido del cielo, inesperadamente, consecuencia de una atenta reflexión.
Para entender las claves de esta decisión recomiendo visitar la página
El Prelado del Opus Dei resume en pocas palabras lo que podemos hacer  y enlaza con el video y el texto documental en el que el Papa explica su decisión
La foto está tomada del blog de Enrique García Maiquez rayos y truenos


lunes, 11 de febrero de 2013

El año de la fe


Abrahán, el creyente, nos enseña la fe; y, como extranjero en la tierra, nos indica la verdadera patria. La fe nos hace peregrinos, introducidos en el mundo y en la historia, pero en camino hacia la patria celestial. Creer en Dios nos hace, por lo tanto, portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento, nos pide adoptar criterios y asumir comportamientos que no pertenecen al modo de pensar común. El cristiano no debe tener miedo a ir «a contracorriente» por vivir la propia fe, resistiendo la tentación de «uniformarse». En muchas de nuestras sociedades Dios se ha convertido en el «gran ausente» y en su lugar hay muchos ídolos, ídolos muy diversos, y, sobre todo, la posesión y el «yo» autónomo. Los notables y positivos progresos de la ciencia y de la técnica también han inducido al hombre a una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia; y un creciente egocentrismo ha creado no pocos desequilibrios en el seno de las relaciones interpersonales y de los comportamientos sociales. Audiencia 2013123

domingo, 10 de febrero de 2013

El año de la fe




La fe lleva a Abrahán a recorrer un camino paradójico. Él será bendecido, pero sin los signos visibles de la bendición: recibe la promesa de llegar a ser un gran pueblo, pero con una vida marcada por la esterilidad de su esposa, Sara; se le conduce a una nueva patria, pero deberá vivir allí como extranjero; y la única posesión de la tierra que se le consentirá será el de un trozo de terreno para sepultar allí a Sara (cf. Gn 23, 1-20). Abrahán recibe la bendición porque, en la fe, sabe discernir la bendición divina yendo más allá de las apariencias, confiando en la presencia de Dios incluso cuando sus caminos se presentan misteriosos.
Audiencia 20130123

sábado, 9 de febrero de 2013

El año de la fe

La bendición, en la Sagrada Escritura, está relacionada principalmente con el don de la vida que viene de Dios, y se manifiesta ante todo en la fecundidad, en una vida que se multiplica, pasando de generación en generación. Y con la bendición está relacionada también la experiencia de la posesión de una tierra, de un lugar estable donde vivir y crecer en libertad y seguridad, temiendo a Dios y construyendo una sociedad de hombres fieles a la Alianza, «reino de sacerdotes y nación santa» (cf. Ex 19, 6).
Por ello Abrahán, en el proyecto divino, está destinado a convertirse en «padre de muchedumbre de pueblos» (Gn 17, 5; cf. Rm 4, 17-18) y a entrar en una tierra nueva donde habitar. Audiencia 20130123

viernes, 8 de febrero de 2013

El año de la fe

El autor de la Carta a los Hebreos hace referencia aquí a la llamada de Abrahán, narrada en el Libro del Génesis, el primer libro de la Biblia. ¿Qué pide Dios a este patriarca? Le pide que se ponga en camino abandonando la propia tierra para ir hacia el país que le mostrará: «Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré» (Gn 12 ,1). ¿Cómo habríamos respondido nosotros a una invitación similar? Se trata, en efecto, de partir en la oscuridad, sin saber adónde le conducirá Dios; es un camino que pide una obediencia y una confianza radical, a lo cual sólo la fe permite acceder. Pero la oscuridad de lo desconocido —adonde Abrahán debe ir— se ilumina con la luz de una promesa; Dios añade al mandato una palabra tranquilizadora que abre ante Abrahán un futuro de vida en plenitud: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre... y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12, 2.3). Audiencia 20130123

jueves, 7 de febrero de 2013

El año de la fe

«Creo en Dios». Es una afirmación fundamental, aparentemente sencilla en su esencialidad, pero que abre al mundo infinito de la relación con el Señor y con su misterio. Creer en Dios implica adhesión a Él, acogida de su Palabra y obediencia gozosa a su revelación. Como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, «la fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela» (n. 166). Poder decir que creo en Dios es, por lo tanto, a la vez un don —Dios se revela, viene a nuestro encuentro— y un compromiso, es gracia divina y responsabilidad humana, en una experiencia de diálogo con Dios que, por amor, «habla a los hombres como amigos» (Dei Verbum, 2), nos habla a fin de que, en la fe y con la fe, podamos entrar en comunión con Él. Audiencia 20130123

miércoles, 6 de febrero de 2013

El año de la fe

El deseo de conocer realmente a Dios, es decir, de ver el rostro de Dios es innato en cada hombre, también en los ateos. Y nosotros tenemos, tal vez inconscientemente, este deseo de ver sencillamente quién es Él, qué cosa es, quién es para nosotros. Pero este deseo se realiza siguiendo a Cristo; así vemos su espalda y vemos en definitiva también a Dios como amigo, su rostro en el rostro de Cristo. Lo importante es que sigamos a Cristo no sólo en el momento en que tenemos necesidad y cuando encontramos un espacio en nuestras ocupaciones cotidianas, sino con nuestra vida en cuanto tal. Toda nuestra existencia debe estar orientada hacia el encuentro con Jesucristo, al amor hacia Él; y, en ella, debe tener también un lugar central el amor al prójimo, ese amor que, a la luz del Crucificado, nos hace reconocer el rostro de Jesús en el pobre, en el débil, en el que sufre. Esto sólo es posible si el rostro auténtico de Jesús ha llegado a ser familiar para nosotros en la escucha de su Palabra, al dialogar interiormente, al entrar en esta Palabra de tal manera que realmente lo encontremos, y, naturalmente, en el Misterio de la Eucaristía. Audiencia 20130116

martes, 5 de febrero de 2013

El año de la fe

La expresión «nombre de Dios» significa Dios como Aquel que está presente entre los hombres. A Moisés, junto a la zarza ardiente, Dios le había revelado su nombre, es decir, hizo posible que se le invocara, había dado un signo concreto de su «estar» entre los hombres. Todo esto encuentra en Jesús cumplimiento y plenitud: Él inaugura de un modo nuevo la presencia de Dios en la historia, porque quien lo ve a Él ve al Padre, como dice a Felipe (cf. Jn 14, 9). El cristianismo —afirma san Bernardo— es la «religión de la Palabra de Dios»; no, sin embargo, de «una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y viviente» (Hom. super missus est, IV, 11: pl 183, 86 b). En la tradición patrística y medieval se usa una fórmula especial para expresar esta realidad: se dice que Jesús es el Verbum abbreviatum (cf. Rm 9, 28, referido a Is 10, 23), el Verbo abreviado, la Palabra breve, abreviada y sustancial del Padre, que nos ha dicho todo de Él. En Jesús está presente toda la Palabra. Audiencia 20130116

lunes, 4 de febrero de 2013

El año de la fe

En el Antiguo Testamento hay una figura a la que está vinculada de modo especial el tema del «rostro de Dios»: se trata de Moisés, a quien Dios elige para liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto, donarle la Ley de la alianza y guiarle a la Tierra prometida. Pues bien, el capítulo 33 del Libro del Éxodo dice que Moisés tenía una relación estrecha y confidencial con Dios: «El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo» (v. 11). Dada esta confianza, Moisés pide a Dios: «¡Muéstrame tu gloria!», y la respuesta de Dios es clara: «Yo haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti el nombre del Señor... Pero mi rostro no lo puedes ver, porque no puede verlo nadie y quedar con vida... Aquí hay un sitio junto a mí... podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo verás» (vv. 18-23). Por un lado, entonces, tiene lugar el diálogo cara a cara como entre amigos, pero por otro lado existe la imposibilidad, en esta vida, de ver el rostro de Dios, que permanece oculto; la visión es limitada. Los Padres dicen que estas palabras, «tú puedes ver sólo mi espalda», quieren decir: tú sólo puedes seguir a Cristo y siguiéndole ves desde la espalda el misterio de Dios. Se puede seguir a Dios viendo su espalda.
Audiencia 20130116

domingo, 3 de febrero de 2013

El año de la fe

Acercándose la Pasión, Jesús tranquiliza a sus discípulos invitándoles a no temer y a tener fe; luego entabla un diálogo con ellos, donde habla de Dios Padre (cf. Jn 14, 2-9). En cierto momento, el apóstol Felipe pide a Jesús: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta» (Jn 14, 8). Felipe es muy práctico y concreto, dice también lo que nosotros queremos decir: «queremos ver, muéstranos al Padre», pide «ver» al Padre, ver su rostro. La respuesta de Jesús es respuesta no sólo para Felipe, sino también para nosotros, y nos introduce en el corazón de la fe cristológica. El Señor afirma: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14, 9). En esta expresión se encierra sintéticamente la novedad del Nuevo Testamento, la novedad que apareció en la gruta de Belén: Dios se puede ver, Dios manifestó su rostro, es visible en Jesucristo. Audiencia 20130116

sábado, 2 de febrero de 2013

El año de la fe

El Antiguo Testamento nos narra cómo Dios, después de la creación, a pesar del pecado original, a pesar de la arrogancia del hombre de querer ocupar el lugar de su Creador, ofrece de nuevo la posibilidad de su amistad, sobre todo a través de la alianza con Abrahán y el camino de un pequeño pueblo, el pueblo de Israel, que Él eligió no con criterios de poder terreno, sino sencillamente por amor. Es una elección que sigue siendo un misterio y revela el estilo de Dios, que llama a algunos no para excluir a otros, sino para que hagan de puente para conducir a Él: elección es siempre elección para el otro. En la historia del pueblo de Israel podemos volver a recorrer las etapas de un largo camino en el que Dios se da a conocer, se revela, entra en la historia con palabras y con acciones. Para esta obra Él se sirve de mediadores —como Moisés, los Profetas, los Jueces— que comunican al pueblo su voluntad, recuerdan la exigencia de fidelidad a la alianza y mantienen viva la esperanza de la realización plena y definitiva de las promesas divinas. Audiencia 20130116

viernes, 1 de febrero de 2013

El año de la fe

En la Santa Navidad, a menudo, se intercambia algún regalo con las personas más cercanas. Tal vez puede ser un gesto realizado por costumbre, pero generalmente expresa afecto, es un signo de amor y de estima. En la oración sobre las ofrendas de la Misa de medianoche de la solemnidad de Navidad la Iglesia reza así: «Acepta, Señor, nuestras ofrendas en esta noche santa, y por este intercambio de dones en el que nos muestras tu divina largueza, haznos partícipes de la divinidad de tu Hijo que, al asumir la naturaleza humana, nos ha unido a la tuya de modo admirable». El pensamiento de la donación, por lo tanto, está en el centro de la liturgia y recuerda a nuestra conciencia el don originario de la Navidad: Dios, en aquella noche santa, haciéndose carne, quiso hacerse don para los hombres, se dio a sí mismo por nosotros; Dios hizo de su Hijo único un don para nosotros, asumió nuestra humanidad para donarnos su divinidad. Este es el gran don. También en nuestro donar no es importante que un regalo sea más o menos costoso; quien no logra donar un poco de sí mismo, dona siempre demasiado poco. Es más, a veces se busca precisamente sustituir el corazón y el compromiso de donación de sí mismo con el dinero, con cosas materiales. El misterio de la Encarnación indica que Dios no ha hecho así: no ha donado algo, sino que se ha donado a sí mismo en su Hijo unigénito. Encontramos aquí el modelo de nuestro donar, para que nuestras relaciones, especialmente aquellas más importantes, estén guiadas por la gratuidad del amor. Audiencia 20130109