“Dios ha creado al hombre para la incorruptibilidad”, pero “por la
envidia del diablo entró la muerte en el mundo”. El Papa comentó en su
homilía la Primera Lectura, correspondiente a un pasaje del Libro de la
Sabiduría que recuerda nuestra creación. La envidia del diablo, afirmó,
ha hecho que comenzara esta guerra, “este camino que termina con la
muerte”. Y reafirmó que esta última “ha entrado en el mundo y hacen
experiencia de ella aquellos que le pertenecen”. Es una experiencia que
todos hacemos:
Todos debemos pasar por la muerte, pero una cosa es
pasar por esta experiencia con una pertenencia al diablo y otra cosa es
pasar por esta experiencia de la mano de Dios. Y a mí me gusta sentir
esto: “Estamos en las manos de Dios”, pero desde el inicio. La Biblia
nos explica la creación, usando una imagen bella: Dios que, con sus
manos nos hace del fango, de la tierra a su imagen y semejanza. Han sido
las manos de Dios que nos han creado: ¡el Dios artesano, eh! Como un
artesano nos ha hecho. Estas manos del Señor… Las manos de Dios, que no
nos han abandonado.
La Biblia, prosiguió explicando el Papa,
narra que el Señor dice a su pueblo: “Yo he caminado contigo, como un
papá con su hijo, llevándolo de la mano”. Son precisamente las manos de
Dios, añadió, “las que nos acompañan en el camino”:
Nuestro Padre,
como un Padre con su hijo, nos enseña a caminar; nos enseña a ir por el
camino de la vida y de la salvación. Son las manos de Dios que nos
acarician en los momentos del dolor, nos consuelan. ¡Es nuestro Padre
quien nos acaricia! Nos quiere tanto. Y también en estas caricias,
tantas veces, está el perdón. Una cosa que a mí me hace bien pensarla.
Jesús, Dios, ha llevado consigo sus llagas: las hace ver al Padre. Éste
es el precio: ¡las manos de Dios son manos llagadas por amor! Y esto nos
consuela tanto.
Tantas veces, prosiguió diciendo Francisco,
oímos decir de personas que no saben en quien confiar: “¡Me encomiendo
en las manos de Dios!”. Y observó que esto “es bello” porque “allí
estamos seguros: es la máxima seguridad, porque es la seguridad de
nuestro Padre que nos quiere”. “Las manos de Dios – comentó – también
nos curan de nuestras enfermedades espirituales”:
Pensemos en las
manos de Jesús, cuando tocaba a los enfermos y los curaba… Son las manos
de Dios: ¡nos curan! ¡Yo no me imagino a Dios dándonos una bofetada! No
me lo imagino. ¡Reprochándonos, sí me lo imagino, porque lo hace! Pero
jamás, jamás, nos hiere. ¡Jamás! Nos acaricia. También cuando debe
reprocharnos lo hace con una caricia, porque es Padre. “Las almas de los
justos están en las manos de Dios”. Pensemos en las manos de Dios, que
nos ha creado como un artesano, nos ha dato la salud eterna. Son manos
llagadas y nos acompañan en el camino de la vida. Encomendémonos en las
manos de Dios, como un niño se encomienda en la mano de su papá. ¡Esa es
una mano segura!
Dana Winner Carpentersmedley ( 2005 )
Hace 8 horas
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