El cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, intervino ayer tarde en la Conferencia de alto nivel ''Las personas y el planeta en primer lugar: el imperativo de cambiar de rumbo'' (Roma, Augustinianum, 2-3 julio), organizada por el Pontificio Consejo Justicia y Paz y CIDSE, red internacional de Ong católicas para el desarrollo.
El
tema de su discurso fue ''La importancia de la encíclica Laudato si'
para la Iglesia y el mundo a la luz de los grandes eventos políticos en
el 2015 y después''. Como es sabido la segunda mitad del año estará
jalonada por tres conferencias claves de las Naciones Unidas: la Tercera
Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo (
Addis Abeba, Etiopía) del 13 al 16 de julio; la Cumbre de las Naciones
Unidas para la adopción de la Agenda de Desarrollo a partir de 2015
(Nueva York, del 25 al 27 de septiembre) y la Vigésimo Primera Sesión
de la Conferencia de las Partes en la Convención marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático" ("COP21"), que se celebrará en París
del 30 de noviembre al 11 de diciembre con el propósito de adoptar un
nuevo acuerdo sobre el cambio climático''. ''La Encíclica -dijo el
purpurado- tendrá un cierto impacto en estos eventos, pero su amplitud y
profundidad van mucho más allá de su contexto en el tiempo''.
El
Secretario de Estado centró su intervención en tres sectores que
ayudan a entender la Laudatio si': el ámbito internacional, el ámbito
nacional y local, y el ámbito de la Iglesia Católica, recordando que en
todos ellos es recurrente el llamamiento a "redirigir nuestros pasos" y
a la promoción de una "cultura de la atención".
''En
ámbito internacional -dijo- es necesario ser cada vez más conscientes
de que todo está íntimamente relacionado y que el medio ambiente, la
tierra y el clima son una herencia comun, cuyos frutos deben beneficiar a
todos. Son un bien común y colectivo, de todos y para todos, el
patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Pero
reconocer estas verdades no conduce, sin embargo, a una conclusión
inevitable. Hace falta un firme compromiso para desarrollar una
verdadera ética de las relaciones internacionales, realmente capaz de
hacer frente a una variedad de temas, como los desequilibrios
comerciales y la deuda externa y ecológica, denunciados en la
Encíclica''.
''Por
desgracia, lo que ha impedido que la comunidad internacional asuma esta
perspectiva se puede resumir en las siguientes observaciones del Papa:
la "falta de honestidad y responsabilidad" y la consiguiente "escasa
conciencia de sus propios límites". Vivimos, sin embargo, en un contexto
en el que es posible dejar atrás el mito moderno del progreso material
sin límites e idear maneras inteligentes de orientar, cultivar y limitar
nuestro poder''. ''Más de una vez – señaló el cardenal- he tenido
ocasión de subrayar cómo la base tecnológica y operativa para la
promoción de tales progresos ya está disponible o a nuestro alcance.
Debemos aprovechar esta gran oportunidad, dada la capacidad humana real
para iniciar y llevar adelante un curso virtuoso: el que riega el
terreno de la innovación económica y tecnológica, cultivando tres
objetivos interrelacionados: contribuir al florecimiento de la dignidad
humana, ayudar a erradicar la pobreza y contrarrestar el deterioro
ambiental''.
''Sin
embargo, las fuerzas que actúan en el ámbito internacional no son
suficientes por sí mismas; necesitan un claro enfoque nacional de
acuerdo con el principio de subsidiariedad. Y aquí – evidenció el
cardenal Parolin- entramos en el segundo ámbito de nuestra reflexión, el
de la acción nacional y local. Laudato si' nos muestra que podemos
hacer mucho en este sentido y ofrece algunos ejemplos, tales como la
modificación del consumo, el desarrollo de una economía de residuos y
reciclaje, el mejoramiento agrícola de las regiones más pobres mediante
inversiones en infraestructuras rurales, en la mejor organización del
mercado local o nacional, en sistemas de riego, en el desarrollo de
técnicas agrícolas sostenibles, en la promoción de un modelo circular
de producción, en una clara respuesta al desperdicio de alimentos y en
la aceleración de una transición energética. Por desgracia, hay
demasiados intereses particulares, y muy facilmente el interés económico
llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información
para no ver afectados sus proyectos.
El
último ámbito tratado por el Secretario de Estado fue el de la Iglesia
Católica que se nutre del ejemplo de san Francisco, como se indica en
las primeras páginas de la Encíclica, el cual "vivía con simplicidad y
en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y
consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son insperables la
preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el
compromiso con la sociedad y la paz interior''.
''El
Papa Francisco -concluyó- afirma una vez más que la Iglesia no pretende
definir las cuestiones científicas o sustituir a la política, pero
parece ser portadora de la necesidad de cuestionar el significado y
propósito de toda actividad humana. Por ahora lo que conocemos muy bien
es el llamamiento de la Encíclica para que reflexionemos sobre qué
clase de mundo queremos dejar a los que nos sucedan, a los niños que
están creciendo. La respuesta que el Papa ofrece a esta pregunta es
reveladora: "Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar
entendemos sobre todo su orientación general, su sentido y sus valores
... Por eso, ya no basta decir que debemos preocuparnos por las
futuras generaciones. Se requiere advertir que lo que está en juego es
nuestra propia dignidad''.
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