El misterio de Dios es luz, como comenta el Evangelio de hoy donde Jesús
dice que la luz no es para ponerla
debajo el celemín o de la cama, sino en el candelero, para iluminar. Y
ese es uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz en el
Bautismo y debe darla. Es decir, el cristiano es un testigo.
Un cristiano que lleva esa luz, debe enseñarla porque es testigo. Cuando
un cristiano no muestra la luz de Dios sino que prefiere sus propias
tinieblas, éstas entran en su corazón porque tiene miedo a la luz, y los
ídolos —que son tinieblas—, le gustan
más. Entonces le falta algo, y no es un verdadero cristiano. ¡El
testimonio! Un cristiano es un testigo de Jesucristo, luz de Dios, y
debe poner esa luz en el candelero de su vida.
En el Evangelio Jesús dice: La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces (Mc 4,24). Otro rasgo del
cristiano es la magnanimidad, porque es hijo de un padre magnánimo, de ánimo grande. El corazón cristiano es
magnánimo. Es abierto, siempre. No es un corazón que se encierra en su egoísmo. Cuando entras es esa luz de Jesús, cuando
entras en la amistad de Jesús, cuando te dejas guiar por el Espíritu Santo, el corazón se abre, se vuelve magnánimo. El
cristiano, en ese momento, no gana: pierde. Pero pierde para ganar otra cosa, y con esta
—entrecomillas— “derrota” de intereses, gana Jesús, y gana el cristiano siendo testigo de Jesús.
Finalmente, para mí es una alegría celebrar hoy con vosotros, que
cumplís el 50º aniversario de vuestro sacerdocio: 50
años por el camino de la luz y del testimonio, 50 años procurando ser
mejores, intentando llevar la luz en el candelero: a veces se cae,
pero vamos otra vez, siempre con esa voluntad de dar luz generosamente,
es decir, con el corazón magnánimo. Solo Dios y vuestra memoria
saben cuánta gente habéis recibido con magnanimidad, con bondad de
padres, de hermanos... A cuánta gente que tenía el
corazón un poco oscuro habéis dado luz, la luz de Jesús. Gracias.
Gracias por lo que habéis hecho en la Iglesia, por la
Iglesia y por Jesús. Que el Señor os dé la alegría, esa alegría grande
de haber sembrado bien, de haber iluminado
bien y de haber abierto los brazos para recibir a todos con
magnanimidad.
Unidad de los cristianos y las Bodas de Caná
Hace 7 horas
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