Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos jóvenes
«Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Con estas palabras,
Jesús se dirige a cada uno de ustedes diciendo: «Qué bueno ha sido
participar en la Jornada Mundial de la Juventud, vivir la fe junto a
jóvenes venidos de los cuatro ángulos de la tierra, pero ahora tú debes
ir y transmitir esta experiencia a los demás». Jesús te llama a ser un
discípulo en misión. Hoy a la luz de la palabra de Dios que acabamos de
oír, ¿Qué nos dice hoy el Señor? ¿Qué nos dice hoy el Señor? Tres
palabras: Vayan, sin miedo, para servir.
1. Vayan. Durante
estos días aquí en Río, ustedes han podido hacer la bella experiencia de
encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, sintiendo la alegría de la
fe. Pero la experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en
la vida de ustedes, o en el pequeño grupo de la parroquia, del
movimiento o de la comunidad de ustedes. Sería como quitarle el oxígeno a
una llama que arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más
es compartida, transmitida, para que todos puedan conocer, amar y
profesar a Jesucristo, que es el Señor de la vida y de la historia (cf.
Rm 10,9).
Pero ¡cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si
tienen tiempo, ¡Vayan!, sino que dijo: «Vayan y hagan discípulos a todos
los pueblos». Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la
fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la
Iglesia, también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de
dominio, de la voluntad de poder, sino de la fuerza del amor, del hecho
que Jesús ha venido antes a nosotros y nos ha dado, no nos dio algo de
sí, sino se nos dio todo Él. Ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos
el amor y la misericordia de Dios. Jesús no nos trata como a esclavos,
sino como a hombres libres, amigos, hermanos; y no sólo nos envía, sino
que nos acompaña, está siempre a nuestro lado en esta misión de amor.
¿Para dónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos
envía para todas las personas. El evangelio es para todos, y no para
algunas personas. No es sólo para aquellos que parecen más cercanos a
nosotros, más abiertos, más acogedores. Es para todas las personas. No
tengan miedo de ir y llevar a Cristo a todos los ambientes, hasta las
periferias existenciales, incluidos aquellos que parecen más distantes,
más indiferentes. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el
calor de su misericordia y de su amor.
De forma especial,
quisiera que este mandato de Cristo: «Vayan», resonara en ustedes
jóvenes de la Iglesia en América Latina, comprometidos en la misión
continental promovida por los obispos. El Brasil, América Latina, el
mundo necesita de Cristo. San Pablo dice: «¡Ay de mí si no anuncio el
evangelio!» (1 Co 9,16). Este continente ha recibido el anuncio del
Evangelio, que marcó su camino y produjo mucho fruto. Ahora este anuncio
se les ha confiado también a ustedes, para que resuene con fuerza
renovada. La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, de la
creatividad y de la alegría que los caracteriza. Un gran apóstol de
Brasil, el beato José de Anchieta, partió en misión cuando tenía apenas
diecinueve años! ¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los
jóvenes? Otro joven. Éste es el camino a recorrer por ustedes.
2.
Sin miedo. Puede que alguno piense: «No tengo ninguna preparación
especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?». Querido amigo, tu
miedo no se diferencia mucho del de Jeremías. Escuchamos en la lectura
recién, cuando fue llamado por Dios para ser profeta: «¡Ay, Señor, Dios
mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». También Dios les dice
a ustedes lo que dijo a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy
contigo para librarte» (Jr 1,6.8). Él está con nosotros.
«No
tengan miedo». Cuando vamos a anunciar a Cristo, es Él mismo el que va
por delante y nos guía. Al enviar a sus discípulos en misión, ha
prometido: «Yo estoy con ustedes todos los días» (Mt 28,20). Y esto es
verdad también para nosotros. Jesús no nos deja solos, ¡nunca deja solo a
nadie! ¡Nos acompaña siempre!
Además Jesús no dijo: «Andá»,
sino «Vayan»: somos enviados juntos. Queridos jóvenes, sientan la
compañía de toda la Iglesia, y también la comunión de los santos, en
esta misión. Cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos
fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos. Jesús no
ha llamado a los apóstoles para que vivan aislados, los ha llamado a
formar un grupo, una comunidad. Quisiera dirigirme también a ustedes,
queridos sacerdotes que concelebran conmigo esta Eucaristía: han venido
para acompañar a sus jóvenes, y es bonito compartir esta experiencia de
fe. Seguro que los ha rejuvenecidos a todos. ¡El joven contagia
juventud! Pero es una etapa en el camino. Por favor, sígan
acompañándolos con generosidad y alegría, ayúdenlos a comprometerse
activamente en la Iglesia; que nunca se sientan solos. Y aquí quiero
agradecer de corazón a los grupos de pastoral juvenil, a los movimientos
y nuevas comunidades que acompañan a los jóvenes en su experiencia de
ser Iglesia, tan creativos, tan audaces. ¡Sigan adelante y no tengan
miedo!
3. La última palabra: para servir. En el
inicio del salmo que proclamado escuchamos estas palabras: «Canten al
Señor un cántico nuevo» (95,1). ¿Cuál es este cántico nuevo? No son
palabras, no es una melodía, sino que es el canto de nuestra vida, es
dejar que nuestra vida se identifique con la Vida de Jesús, es tener sus
sentimientos, sus pensamientos, sus acciones. Y la vida de Jesús es una
vida para los demás. La vida de Jesús es una vida para los demás, es
una vida de servicio.
San Pablo, en la lectura que escuchamos
hace poco, decía: «Me hice esclavo de todos, a fin de ganar el mayor
número posible» (1 Co 9,19). Para anunciar a Jesús, Pablo se hizo
«esclavo de todos». Evangelizar significa testimoniar personalmente el
amor de Dios, significa superar nuestros egoísmos, significa servir
inclinándonos a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús.
Tres palabras: “Vayan, sin miedo, para servir”. Siguiendo estas tres
palabras “Vayan, sin miedo, para servir”, experimentarán que quien
evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe
más alegría. Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan
miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del Evangelio. En
la primera lectura, cuando Dios envía al profeta Jeremías, le da el
poder para «arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar
y plantar» (Jr 1,10). También es así para ustedes. Llevar el Evangelio
es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la
violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la
intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. Queridos jóvenes,
¡Jesucristo cuenta con ustedes! ¡La Iglesia cuenta con ustedes! ¡El Papa
cuenta con ustedes! Que María, Madre de Jesús y Madre nuestra, les
acompañe siempre con su ternura: «Vayan y hagan discípulos a todos los
pueblos». Amén
Sic.
Hace 15 minutos
No hay comentarios:
Publicar un comentario