En una Plaza de San Pedro típicamente invernal, y ante la presencia de
varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Papa
Francisco rezó el Ángelus del Primer Domingo de Adviento. El Santo Padre
explicó que inicia de este modo un nuevo año litúrgico para el Pueblo
de Dios en el que Jesucristo nos guía en la historia hacia el
cumplimiento de su Reino. Y agregó que esto nos hace experimentar un
sentimiento profundo del sentido de la historia, puesto que
redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su
vocación y misión, y la humanidad entera, los pueblos, las
civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos
del tiempo.
El Obispo de Roma explicó que se trata de una
peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo
Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde
allí ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley. Y así como
en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de volver a
partir, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la
meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia
humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual
estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Porque el tiempo de
Adviento, que nuevamente comenzamos, nos devuelve el horizonte de la
esperanza, una esperanza que no decepciona puesto que está fundada en la
Palabra de Dios.
Antes de rezar a la Madre de Dios el Pontífice
recordó que el modelo de este modo de ser y de caminar en la vida, es la
Virgen María. ¡Una sencilla muchacha de un pueblo, que lleva en su
corazón toda la esperanza de Dios!
Diario. Jueves, 30 de enero de 2025
Hace 3 horas
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