Queridos hermanos:
El temor de Dios, don del Espíritu
Santo, al que me refiero hoy, no quiere decir tener miedo a Dios,
Omnipotente y Santo, pues sabemos que Dios es nuestro Padre, que nos ama
y quiere nuestra salvación. Cuando el Espíritu Santo habita en nuestro
corazón, nos infunde consuelo y paz, aquella actitud de quien deposita
toda su confianza en Dios y se siente protegido, como un niño con su
papá.
Este don del Espíritu Santo nos permite imitar al Señor
en humildad y obediencia, no con una actitud resignada y pasiva, sino
con valentía y gozo. Nos hace cristianos convencidos de que no estamos
sometidos al Señor por miedo, sino conquistados por su amor.
Finalmente,
el temor de Dios es una “alarma”. Cuando una persona se instala en el
mal, cuando se aparta de Dios, cuando se aprovecha de los otros, cuando
vive apegado al dinero, la vanidad, el poder o el orgullo, el santo
temor de Dios llama la atención: Así no serás feliz, así terminarás
mal...
Que el temor de Dios nos permita comprender que un día todo terminará y que debemos dar cuentas a Dios.
sic.
Hace 4 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario