Queridos hermanos y hermanas:
En el Evangelio que hemos escuchado hay
una expresión de Jesús que me sorprende siempre: “Denles ustedes de
comer” (Lc 9,13). Partiendo de esta frase, me dejo guiar por tres
palabras: seguimiento, comunión, compartir.
1.- Ante todo: ¿quiénes
son aquellos a los que dar de comer? La respuesta la encontramos al
inicio del pasaje evangélico: es la muchedumbre, la multitud. Jesús está
en medio a la gente, la recibe, le habla, la sana, le muestra la
misericordia de Dios; en medio a ella elige a los Doce Apóstoles para
permanecer con Él y sumergirse como Él en las situaciones concretas del
mundo. Y la gente lo sigue, lo escucha, porque Jesús habla y actúa de
una manera nueva, con la autoridad de quien es auténtico y coherente, de
quien habla y actúa con verdad, de quien dona la esperanza que viene de
Dios, de quien es revelación del Rostro de un Dios que es amor. Y la
gente, con gozo, bendice al Señor.
Esta tarde nosotros somos la
multitud del Evangelio, también nosotros intentamos seguir a Jesús para
escucharlo, para entrar en comunión con Él en la Eucaristía, para
acompañarlo y para que nos acompañe. Preguntémonos: ¿cómo sigo a Jesús?
Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos
recuerda que seguirlo quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de
nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don a Él y a los demás.
2.-
Demos un paso adelante: ¿De dónde nace la invitación que Jesús hace a
los discípulos de saciar ellos mismos el hambre de la multitud? Nace de
dos elementos: sobre todo de la multitud que, siguiendo a Jesús, se
encuentra en un lugar solitario, lejos de los lugares habitados,
mientras cae la tarde, y luego por la preocupación de los discípulos que
piden a Jesús despedir a la gente para que vaya a los pueblos y
caseríos a buscar alojamiento y comida (cfr. Lc 9, 12). Frente a la
necesidad de la multitud, ésta es la solución de los apóstoles: que cada
uno piense en sí mismo: ¡despedir a la gente! ¡Cuántas veces nosotros
cristianos tenemos esta tentación! No nos hacemos cargo de la necesidad
de los otros, despidiéndolos con un piadoso: “¡Que Dios te ayude!”. Pero
la solución de Jesús va hacia otra dirección, una dirección que
sorprende a los discípulos: “denles ustedes de comer”. Pero ¿cómo es
posible que seamos nosotros los que demos de comer a una multitud? “No
tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos
nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Pero Jesús no
se desanima: pide a los discípulos hacer sentar a la gente en
comunidades de cincuenta personas, eleva su mirada hacia el cielo,
pronuncia la bendición parte los panes y los da a los discípulos para
que los distribuyan. Es un momento de profunda comunión: la multitud
alimentada con la palabra del Señor, es ahora nutrida con su pan de
vida. Y todos se saciaron, escribe el Evangelista.
Esta tarde también
nosotros estamos en torno a la mesa del Señor, a la mesa del Sacrificio
eucarístico, en el que Él nos dona su cuerpo una vez más, hace presente
el único sacrificio de la Cruz. Es en la escucha de su Palabra, en el
nutrirse de su Cuerpo y de su Sangre, que Él nos hace pasar del ser
multitud a ser comunidad, del anonimato a la comunión. La Eucaristía es
el Sacramento de la comunión, que nos hace salir del individualismo para
vivir juntos el seguimiento, la fe en Él. Entonces tendremos todos que
preguntarnos ante el Señor: ¿Cómo vivo la Eucaristía? ¿La vivo en forma
anónima o como momento de verdadera comunión con el Señor, pero también
con tantos hermanos y hermanas que comparten esta misma mesa? ¿Cómo son
nuestras celebraciones eucarísticas?
3.- Un último elemento: ¿De
dónde nace la multiplicación de los panes? La respuesta se encuentra en
la invitación de Jesús a los discípulos “Denles ustedes”, “dar”,
compartir. ¿Qué cosa comparten los discípulos? Lo poco que tienen: cinco
panes y dos peces. Pero son justamente esos panes y esos peces que en
las manos del Señor sacian el hambre de toda la gente. Y son justamente
los discípulos desorientados ante la incapacidad de sus posibilidades,
ante la pobreza de lo que pueden ofrecer, los que hacen sentar a la
muchedumbre y distribuyen - confiándose en la palabra de Jesús - los
panes y los peces que sacian el hambre de la multitud. Y esto nos indica
que en la Iglesia pero también en la sociedad existe una palabra clave a
la que no tenemos que tener miedo: “solidaridad”, o sea saber `poner a
disposición de Dios aquello que tenemos, nuestras humildes capacidades,
porque solo en el compartir, en el donarse, nuestra vida será fecunda,
dará frutos. Solidaridad: ¡una palabra mal vista por el espíritu
mundano!
Esta tarde, una vez más, el Señor distribuye para nosotros
el pan que es su cuerpo, se hace don. Y también nosotros experimentamos
la “solidaridad de Dios” con el hombre, una solidaridad que no se acaba
jamás, una solidaridad que nunca termina de sorprendernos: Dios se hace
cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz se abaja entrando en la
oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el mal, el
egoísmo, la muerte. También esta tarde Jesús se dona a nosotros en la
Eucaristía, comparte nuestro mismo camino, es más se hace alimento, el
verdadero alimento que sostiene nuestra vida en los momentos en los que
el camino se hace duro, los obstáculos frenan nuestros pasos. Y en la
Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, aquel del servicio, del
compartir, del donarse, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si es
compartido, se convierte en riqueza, porque es la potencia de Dios, que
es la potencia del amor que desciende sobre nuestra pobreza para
transformarla.
Esta tarde entonces preguntémonos, adorando a Cristo
presente realmente en la Eucaristía: ¿Me dejo transformar por Él? ¿Dejo
que el Señor que se dona a mí, me guíe para salir cada vez más de mi
pequeño espacio y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y
a los demás?
Seguimiento, comunión, compartir. Oremos para que la
participación a la Eucaristía nos provoque siempre: a seguir al Señor
cada día, a ser instrumentos de comunión, a compartir con Él y con
nuestro prójimo aquello que somos. Entonces nuestra existencia será
verdaderamente fecunda. Amen.
Al Final (Video Oficial) - Lilly Goodman
Hace 8 horas
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