Queridos hermanos y hermanas,
el jueves pasado
celebramos la fiesta del Corpus Domini, que en Italia y en otros países
se ha trasladado a este domingo. Es la fiesta de la Eucaristía,
Sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo.
El Evangelio nos
propone la narración del milagro de los panes (Lucas 9, 11-17); yo
quisiera detenerme sobre un aspecto que siempre me impacta y me hace
reflexionar. Estamos en la orilla del lago de Galilea, la noche se
acerca; Jesús se preocupa por la gente que desde hace tantas horas está
con Él: se cuentan por miles y tienen hambre. ¿Qué hacer? También los
discípulos se plantean el problema y le dicen a Jesús: «Despide a la
multitud», para que vaya a los pueblos y caseríos de los alrededores y
encuentre comida. Pero Jesús dice: «Denles de comer ustedes mismos» (v.
13). Los discípulos se quedan desconcertados y responden: «No tenemos
más que cinco panes y dos pescados», como diciendo: sólo lo suficiente
para nosotros.
Jesús sabe bien qué hacer, pero quiere
implicar a sus discípulos, quiere educarlos. La actitud de los
discípulos es la actitud humana, que busca la solución más realista, que
no provoque demasiados problemas: Despide a la gente, que cada uno se
las arregle como pueda, por otra parte ya hiciste tanto por ellos: has
predicado, has curado a los enfermos...
La actitud de
Jesús es completamente distinta y está dictada por su unión con el Padre
y por la compasión hacia la gente, pero también por su voluntad de dar
un mensaje a los discípulos. Ante a esos cinco panes, Jesús piensa: ¡he
aquí la providencia! A partir de este poco, Dios puede hacer salir lo
necesario para todos. Jesús confía totalmente en el Padre celestial,
sabe que para Él todas las cosas son posibles. Por lo tanto le dice a
los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta - no
es una casualidad: esto significa que ya no son una multitud, sino se
vuelven comunidades, alimentadas por el pan de Dios. Y luego toma los
panes y los peces, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición -
es una clara referencia a la Eucaristía - y después los parte y comienza
a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen... ¡y los
panes y los peces no se acaban! He aquí el milagro: más que una
multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron
todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad.
Los
discípulos lo vieron, pero no comprendieron bien el mensaje. Quedaron
prendados, como la multitud, por el entusiasmo del éxito. Una vez más,
siguieron la lógica humana y no la de Dios, que es la del servicio, del
amor y de la fe. La fiesta del Corpus Domini nos pide que nos
convirtamos a la fe en la Providencia, que sepamos compartir lo poco que
somos y que tenemos, y que no nos encerremos nunca en nosotros mismos.
Pidamos a nuestra Madre María que nos ayude en esta conversión, para
seguir verdaderamente, cada vez más, a ese Jesús que adoramos en la
Eucaristía.
Diario. Domingo, 24 de noviembre de 2024
Hace 2 horas
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