El “deseo de paternidad” está inscrito en las fibras más profundas del
hombre, dijo el Papa. Y un sacerdote no es una excepción, si bien vive
este deseo de modo particular:
“Cuando un hombre no tiene este
deseo, algo falta en este hombre. Algo no va. Todos nosotros, para ser,
para llegar a ser plenos, para ser maduros, debemos sentir la alegría de
la paternidad, también nosotros que somos célibes. La paternidad es dar
vida a los demás, dar vida, dar vida… Para nosotros será la paternidad
pastoral, la paternidad espiritual: pero es dar vida, llegar a ser
padres”.
El Papa inspiró su reflexión en el pasaje del libro
del Génesis en el que Dios promete al anciano Abraham la alegría de un
hijo, junto a una descendencia numerosa como las estrellas del cielo. Y
para sellar este pacto, Abraham sigue las indicaciones de Dios y prepara
un sacrificio de animales que después defiende del asalto de las aves
rapaces. “Me conmueve – comentó el Papa – ver a este hombre de noventa
años con el bastón en la mano”, que defiende su sacrificio. “Me hace
pensar a un padre, cuando defiende la familia, los hijos”:
“Un
padre que sabe lo que significa defender a los hijos. Y esta es una
gracia que nosotros los sacerdotes debemos pedir: ser padres, ser
padres. La gracia de la paternidad, de la paternidad pastoral, de la
paternidad espiritual. Pecados tenemos tantos, pero esto es de común
“sanctorum”: todos tenemos pecados. Pero no tener hijos, no llegar a ser
padre, es como si la vida no llegase a su fin: se detiene a mitad de
camino. Y, por tanto, debemos ser padres. Pero es una gracia que el
Señor da. La gente nos dice: ‘Padre, padre, padre…’. Nos quiere así,
padres, con la gracia de la paternidad pastoral”.
El Papa
Francisco de dirigió con afecto al Cardenal De Giorgi, quien ha llegado a
la meta del 60° aniversario de sacerdocio y le dijo: “Yo no sé qué hizo
el querido Salvador”, pero “estoy seguro de que ha sido padre”. “Y esto
es un signo”, y dirigiéndose a los tantos sacerdotes que acompañaban al
Purpurado prosiguió: Ahora les toca a ustedes. A la vez que observó:
Todo árbol “da su fruto y si es bueno, los frutos deben ser buenos,
¿no?”. Por tanto, añadió con simpatía, “no lo hagan quedar mal…”:
“Agradezcamos
al Señor por esta gracia de la paternidad en la Iglesia, que va de
padre en hijo, y así… Y yo pienso, para terminar, en estos dos iconos y
en otro más: el icono de Abraham que pide un hijo, el icono de Abraham
con el bastón en la mano, defendiendo la familia, y el icono del anciano
Simeón en el Templo, cuando recibe la vida nueva: hace una liturgia
espontánea, la liturgia de la alegría, a Él. Y a ustedes, que el Señor
hoy les dé tanta alegría”.
Diario. Domingo, 24 de noviembre de 2024
Hace 5 horas
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