El don de ser hijos de Dios no se puede “vender” por un mal entendido
sentido de “normalidad”, que induce a olvidar su Palabra y a vivir como
si Dios no existiese. Fue la reflexión que el Papa Francisco propuso la
mañana del viernes, durante la homilía de la Misa presidida en la Casa
de Santa Marta.
La tentación de querer ser “normales”, cuando en
cambio se es hijo de Dios. Que en esencia quiere decir ignorar la
Palabra del Padre y seguir sólo la humana, la “palabra del propio
deseo”, escogiendo en cierto modo “vender” el don de una predilección
para sumergirse en una “uniformidad mundana”. Esta tentación el pueblo
judío del Antiguo Testamento la experimentó más de una vez, recordó el
Santo Padre, que se detuvo en el episodio propuesto por el pasaje de la
liturgia tomado del primer Libro de Samuel. En él, los jefes del pueblo
piden al mismo Samuel, ya viejo, establecer para ellos un nuevo rey, de
hecho pretendiendo autogobernarse. En aquel momento, observó el
Pontífice, “el pueblo rechaza a Dios: no sólo no escucha la Palabra de
Dios, sino que la rechaza”. Y la frase reveladora de este desapego,
subrayó el Papa, es aquella proferida por los ancianos de Israel:
queremos un “rey juez”, porque así “también nosotros seremos como todos
los pueblos”. O sea, observó Francisco, “rechazan al Señor del amor,
rechazan la elección y buscan el camino de la mundanidad”, de forma
parecida a tantos cristianos de hoy:
“La normalidad de la vida exige
del cristiano fidelidad a su elección y no venderla para ir hacia una
uniformidad mundana. Esta es la tentación del pueblo, y también la
nuestra. Tantas veces, olvidamos la Palabra de Dios, aquello que nos
dice el Señor, y tomamos la palabra que está de moda, ¿no?, también
aquella de la telenovela está de moda, tomemos esa, ¡es más divertida!
La apostasía es precisamente el pecado de la ruptura con el Señor, pero
es clara: la apostasía se ve claramente. Esto es más peligroso, la
mundanidad, porque es más sutil”.
“Es verdad que el cristiano debe
ser normal, como son normales las personas”, reconoció el Obispo de
Roma, “pero – insistió – existen valores que el cristiano no puede tomar
para sí. El cristiano debe retener sobre él la Palabra de Dios que le
dice: ‘tú eres mi hijo, tú eres elegido, yo estoy contigo, yo camino
contigo’”. Por lo tanto resistiendo a la tentación – como en el episodio
de la Biblia – de considerarse víctimas de “un cierto complejo de
inferioridad”, de no sentirse un “pueblo normal”:
“La tentación viene
y endurece el corazón y cuando el corazón es duro, cuando el corazón no
está abierto, la Palabra de Dios no puede entrar. Jesús decía a los de
Emaús: ‘¡Necios y lentos de corazón!’. Tenían el corazón duro, no podían
entender la Palabra de Dios. Y la mundanidad ablanda el corazón, pero
mal: un corazón blando ¡jamás es una cosa buena! El bueno es el corazón
abierto a la Palabra de Dios, que la recibe. Como la Virgen, que
meditaba todas estas cosas en su corazón, dice el Evangelio. Recibir la
Palabra de Dios para no alejarse de la elección”.
Pidamos, entonces –
concluyó el Papa Francisco – “la gracia de superar nuestros egoísmos:
el egoísmo de querer hacer de las mías, como yo quiero”:
“Pidamos la
gracia de superarlos y pidamos la gracia de la docilidad espiritual, o
sea abrir el corazón a la Palabra de Dios y no hacer como han hecho
estos nuestros hermanos, que cerraron el corazón porque se alejaron de
Dios y desde hacía tiempo no sentían y no entendían la Palabra de Dios.
Que el Señor nos de la gracia de un corazón abierto para recibir la
Palabra de Dios y para meditarla siempre. Y de ahí tomar el verdadero
camino”.
Frugalidad
Hace 11 minutos
No hay comentarios:
Publicar un comentario