Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!,
Hoy la liturgia recuerda la Dedicación de la Basílica de Letrán, que
es la catedral de Roma y que la tradición define “madre de todas las
iglesias de la ciudad y del mundo”. Con el término “madre” nos referimos
no tanto al edificio sagrado de la Basílica, cuanto a la obra del
Espíritu Santo que en este edificio se manifiesta, fructificando
mediante el ministerio del Obispo de Roma, en todas las comunidades que
permanecen en la unidad con la Iglesia que él preside.
Cada vez que celebramos la dedicación de una iglesia, se nos recuerda
una verdad esencial: el templo material hecho de ladrillos es un signo
de la Iglesia viva y operante en la historia, esto es, de aquel “templo
espiritual”, como dice el apóstol Pedro, del cual Cristo mismo es
“piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa delante
de Dios” (1 Pedro 2,4-8). Jesús, en el Evangelio de la liturgia de hoy,
hablando del templo ha revelado una verdad asombrosa, esto es: que el
templo de Dios no es solamente el edificio hecho con ladrillos, sino que
es su Cuerpo, hecho de piedras vivas.
En virtud del Bautismo, cada cristiano, forma parte del “edificio de
Dios”(1 Cor 3,9), es más, se convierte en la Iglesia de Dios. El
edificio espiritual, la Iglesia comunidad de los hombres santificados
por la sangre de Cristo y por el Espíritu del Señor resucitado, pide a
cada uno de nosotros ser coherentes con el don de la fe y cumplir un
camino de testimonio cristiano. Y no es fácil - lo sabemos todos - la
coherencia en la vida, entre la fe y el testimonio; pero nosotros
debemos ir hacia adelante y tener en nuestra vida esta coherencia
cotidiana. “¡Esto es un cristiano!”, no tanto por aquello que dice, sino
por aquello que hace; por el modo en que se comporta. Esta coherencia
que nos da vida es una gracia del Espíritu Santo que debemos pedir. La
Iglesia, en el origen de su vida y de su misión en el mundo, no ha sido
más que una comunidad constituida para confesar la fe en Jesucristo Hijo
de Dios y Redentor del hombre, una fe que obra por medio de la caridad
- ¡van juntas! También hoy la Iglesia está llamada a ser en el mundo la
comunidad que, radicada en Cristo por medio del bautismo, profesa con
humildad y valentía la fe en Él, dando testimonio de ella en la caridad.
Con esta finalidad esencial deben ordenarse también los elementos
institucionales, las estructuras y los organismos pastorales. Para esta
finalidad esencial: testimoniar la fe en la caridad. La caridad es
precisamente la expresión de la fe, y la fe, es la explicación y el
fundamento de la caridad.
La Fiesta de hoy, nos invita a meditar sobre la comunión de todas las
Iglesias, es decir, de esta comunidad cristiana. Por analogía nos
estimula a comprometernos para que la humanidad pueda superar las
fronteras de la enemistad y la indiferencia, para construir puentes de
comprensión y diálogo, para hacer del mundo entero una familia de
pueblos reconciliados entre sí, fraternos, y solidarios. De esta nueva
humanidad la Iglesia misma es signo y anticipación, cuando vive y
difunde con su testimonio el Evangelio, mensaje de esperanza y de
reconciliación para todos los hombres.
Invocamos la intercesión de María Santísima, para que nos ayude a
convertirnos como ella, en “casa de Dios”, templo vivo de su amor.
Diario. Martes, 4 de febrero de 2025
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