Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, cuarto y último Domingo de
Adviento, la liturgia quiere prepararnos a la Navidad, ya a las puertas,
invitándonos a meditar el relato del anuncio de Ángel a María. El
Arcángel Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor, que ella se
convierta en la madre de su Hijo unigénito: “Concebirás y darás a luz un
hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo
del Altísimo” (Lc 1, 31-32).
Fijemos la mirada sobre esta sencilla muchacha de Nazaret,
en el momento en que se vuelve disponible al mensaje divino con su
“sí”; captamos dos aspectos esenciales de su actitud, que es para
nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.
Dos actitudes de María, modelo de preparación a la Navidad
Ante todo, su fe, su actitud de fe,
que consiste en escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta
Palabra con plena disponibilidad de mente y de corazón. Al responder al
Ángel María dijo: “Yo soy la sierva del Señor, que se cumpla en mí lo
que has dicho” (v. 38). En su “sí” lleno de fe, María no sabe por cuáles
caminos deberá aventurarse, cuáles dolores deberá padecer, cuáles
riesgos afrontar. Pero es consciente que es el Señor quien pide y ella
se fía totalmente de Él, se abandona a su amor. Ésta es la fe de María.
Otro aspecto es la capacidad de la Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios.
María es aquella que ha hecho posible la encarnación del Hijo de Dios,
“revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad” (Rm
16, 25). Ha hecho posible la encarnación del Verbo gracias precisamente
a su “sí” humilde y valiente. María nos enseña a comprender el momento
favorable en que Jesús pasa por nuestra vida y pide una respuesta rápida y generosa.
Y Jesús pasa. En efecto, el misterio
del nacimiento de Jesús en Belén, que se produjo históricamente hace ya
más de dos mil años, se produce como evento espiritual, en el “hoy” de
la Liturgia. El Verbo, que encontró morada en el seno virginal de María,
en la celebración de la Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de
cada cristiano. Pasa y llama. Cada uno de nosotros está llamado a
responder, como María, con un “sí” personal y sincero, poniéndose
plenamente a disposición de Dios y de su misericordia, de su amor.
Eh, cuántas veces Jesús pasa por
nuestra vida. Y cuántas veces nos envía un ángel. Y cuántas veces no nos
damos cuenta, porque estamos tan ocupados e inmersos en nuestros
pensamientos, en nuestros asuntos e incluso, en estos días, en nuestra
preparación de la Navidad, que no nos damos cuenta que Él pasa y llama a
la puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un “sí”, como
el de María.
Un santo decía: “Tengo temor de que
el Señor pase”. ¿Saben por qué tenía temor? Temor de no darse cuenta y
dejarlo pasar. Cuando nosotros sentimos en nuestro corazón: “Pero yo
querría ser más bueno, más buena, me he arrepentido de esto que he
hecho, aquí está precisamente el Señor que llama, que te hace sentir
ganas de ser mejor, las ganas de permanecer más cerca de los demás, de
Dios. Si tú sientes esto, detente. Allí está el Señor. Y ve a rezar, tal
vez a la Confesión. A limpiar un poco el orujo. Eso hace bien. Pero
acuérdate bien, si tú sientes esas ganas de mejorar, es Él quien llama.
No lo dejes pasar.
Presencia silenciosa de San José
En el misterio de la Navidad, junto a María está la silenciosa presencia de San José, tal como es representada en todo pesebre, también en el que pueden admirar aquí, en la Plaza de San Pedro.
Jesús se ha hecho nuestro hermano por amor
El ejemplo de María y de José es para todos nosotros una invitación a recibir acoger, con total apertura del alma a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano.
El don precioso de la Navidad es la paz
Él viene a traer al mundo el don de la paz: “En la tierra, paz a los hombres que él ama” (Lc
2, 14), como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don
precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra paz verdadera. Y
Cristo llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma.
Abramos las puertas a Cristo.
Nos encomendamos a la intercesión de
nuestra Madre y de San José, para vivir una Navidad verdaderamente
cristiana, libres de toda mundanidad, dispuestos a acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros.
Imagina...
Hace 5 horas
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