Dios salva un corazón arrepentido, mientras quien no se confía en Él atrae a sí mismo la condena. Lo ha subrayado el Papa Francisco en su homilía matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.
La humildad salva al hombre ante los ojos de Dios, la soberbia
lo hace perderse. La llave está en el corazón. Aquel del humilde es
abierto, sabe arrepentirse, aceptar una corrección y se confía en Dios.
Aquel soberbio es exactamente el opuesto: arrogante, cerrado, no conoce
la vergüenza, es impermeable a la voz de Dios. El pasaje del profeta
Sofonías y aquel del Evangelio sugieren al Papa Francisco una reflexión
paralela. Ambos textos, observa, hablan de un juicio del cual dependen
salvación y condena.
La situación descrita por el profeta Sofonías es
aquella de una ciudad rebelde, en la cual no obstante, hay un grupo que
se arrepiente de los propios pecados: esto, subraya el Papa, es el
“pueblo de Dios” que tiene en sí las “tres características” de
“humildad, pobreza, confianza en el Señor”. Pero en la ciudad están
también aquellos que, dice Francisco, “no han aceptado la corrección, no
han confiado en el Señor”. A ellos les tocará la condena:
“Estos no pueden recibir la
salvación. Ellos están cerrados a la salvación. ‘Dejaré en medio de ti
un pueblo humilde y pobre; confiará en el nombre del Señor’ para toda la
vida. Y esto hasta hoy, ¿no? Cuando vemos al santo pueblo de Dios que
es humilde, que tiene sus riquezas en la fe en el Señor, en la confianza
en el Señor – el pueblo humilde, pobre, que confía en el Señor: y estos
son los salvados y éste es el camino de la Iglesia ¿no? Debe ir por
este camino, no por otro camino que no escucha la voz, que no acepta la
corrección y no confía en el Señor”.
La escena del Evangelio es aquella del contraste entre los dos hijos invitados por el padre a trabajar en la viña.
El primero, rechaza, pero luego se arrepiente y va; el segundo dice sí
al padre, pero en realidad lo engaña. Jesús cuenta esta historia a los
jefes del pueblo, afirmando con claridad que son ellos que no han
querido escuchar la voz de Dios a través de Juan y que por esto, en el
Reino de los cielos serán superados por publicanos y prostitutas, que en
cambio han creído en Juan. Y el escándalo suscitado por esta última
afirmación, observa el Papa, es idéntico a aquel de tantos cristianos
que se sienten “puros” sólo porque van a misa y hacen la comunión. Pero
Dios, dice Francisco, tiene necesidad de otra cosa:
“Si tu corazón no es un corazón arrepentido, si no escuchas al Señor, no aceptas las correcciones y no confías en Él, tienes un corazón no arrepentido.
Estos hipócritas que se escandalizaban de esto que dice Jesús sobre los
publicanos y las prostitutas, pero luego, a escondidas, iban a
buscarlos o para desahogar sus pasiones o para hacer negocios – pero
todo a escondidas – eran puros. Y a estos el Señor no los quiere".
Este juicio “nos da esperanza” asegura el Papa Francisco. Con tal de que se tenga el coraje
de abrir el corazón a Dios sin reservas, donándole también la “lista”
de los propios pecados. Y para explicarlo, el Papa recuerda la historia
de aquel santo que pensaba de haberle dado todo al Señor, con extrema
generosidad:
“Escuchaba al Señor, hacía todo según
su voluntad, daba al Señor y el Señor: ‘Pero tú todavía no me has dado
una cosa’. Y el pobre era tan bueno y dice: ‘Pero Señor, ¿qué cosa no te
he dado?’ Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, trabajo para la
catequesis, trabajo aquí, trabajo allá…’ ‘Pero tú no me has dado algo
todavía’. ¿Qué, Señor?’ ‘Tus pecados’. Cuando nosotros
seamos capaces de decir al Señor: ‘Señor, estos son mis pecados – no son
de aquel, de aquel…son los míos. Tómalos Tú y así yo estaré salvado -
cuando nosotros seremos capaces de hacer esto, nosotros seremos aquel
hermoso pueblo, ‘pueblo humilde y pobre’, que confía en el nombre del
Señor. El Señor nos conceda esta gracia”.
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Hace 4 horas
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