jueves, 29 de noviembre de 2018

Visita del Prelado del Opus Dei a Granada

«Dios quiere contar con nosotros para extender su reino»

El prelado del Opus Dei ha realizado un viaje pastoral a Granada, del 23 al 26 de noviembre. Mantuvo varios encuentros en el colegio Monaita-Mulhacén con familias y personas de la Obra provenientes de Granada, Málaga, Almería, Jaén y Melilla. y acudió al Centro de Formación Profesional EFA El Soto, en el cercano municipio de Chauchina.
https://youtu.be/IZhdc0_OE-U

lunes, 1 de octubre de 2018

Carta del Prelado 1-X-2018


Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Mañana se cumplen 90 años desde el 2 de octubre de 1928:«Ese día el Señor fundó su Obra, suscitó el Opus Dei» (Apuntes íntimos, n. 306), escribió san Josemaría poco tiempo después. La alegría con que celebramos este aniversario es, a la vez, acción de gracias a Dios, que enriquece continuamente a su Iglesia con dones y carismas: «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (Sal 118,1). Ante nuestro Padre se abría un panorama inmenso: cooperar a la reconciliación del mundo entero con Dios, a través del trabajo profesional y de las demás circunstancias de la vida ordinaria.
Consideremos la primacía de Dios: es Él quien fundó su Obra, y quien la sigue llevando adelante. Como en toda la Iglesia, se cumplen las palabras del Evangelio: «El Reino de Dios viene a ser como un hombre que echa la semilla sobre la tierra, y, duerma o vele noche y día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. Porque la tierra produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga y por fin trigo maduro en la espiga»
(Mc 4,26-28). San Josemaría puso lo que estaba de su parte: una oración intensa, una lucha interior decidida y una infatigable iniciativa apostólica. Sin embargo, tuvo siempre la convicción de que toda esa fuerza que lo impulsaba a servir a las almas venía de Dios: «Te agradezco, Señor, que hayas procurado que yo comprenda, de manera evidente, que todo es tuyo: las flores y los frutos, el árbol y las hojas, y esa agua clara que salta hasta la vida eterna. Gratias tibi, Deus!» (En diálogo con el Señor, p. 308).La primacía de la gracia de Dios es igualmente real en toda vida cristiana, en la vida de cada una y de cada uno.
Además de considerar el don de Dios, renovemos nuestro agradecimiento porque ha querido contar con nosotros para hacernos colaboradores suyos (cfr. 2 Cor 6,1), a pesar de nuestra poquedad. A veces puede parecernos que, en realidad, nuestro papel en los planes de Dios es irrelevante; sin embargo, Él se toma en serio nuestra libertad, y cuenta verdaderamente con nosotros. Pensemos en aquel muchacho que supo poner lo poco que tenía –cinco panes y dos peces– en las manos de Jesús: a partir de ese gesto de generosidad, Cristo dio a comer a una multitud (cfr. Jn 6,1-13). Dios cuenta también con nuestra correspondencia diaria, hecha de cosas pequeñas que se engrandecen por la fuerza de su gracia. Y así, dedicamos nuestros mejores esfuerzos a buscarle en nuestro trabajo, a servir a las personas que nos rodean, procurando mirarlas y amarlas como Él, a hacer presente en el mundo, de mil maneras distintas, la luz y el calor que ha puesto en nuestros corazones. Todo eso es nuestra pequeña colaboración de hijos, de la que se sirve nuestro Padre Dios para obrar maravillas en las almas.
En breve comenzará el Sínodo sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Sigamos rezando, pidiendo luces e impulso para que el mensaje de Jesús continúe llegando a muchos chicos y chicas, y se decidan a seguirle generosamente por los distintos caminos que existen en la Iglesia. La cercanía de este evento eclesial con el aniversario de la Obra nos puede ayudar a ver nuestra propia personal vocación con una renovada ilusión, propia de un corazón joven y enamorado. Nuestro Fundador no perdió nunca esa juventud de alma. Pasó por muchas contrariedades y sufrimientos, sin embargo se mantuvo siempre joven por su amor al Señor. Nos manifestaba así el secreto de su vitalidad: «Al rezar al pie del altar al Dios que llena de alegría mi juventud (Sal 43,4), me siento muy joven y sé que nunca llegaré a considerarme viejo; porque, si permanezco fiel a mi Dios, el Amor me vivificará continuamente: se renovará, como la del águila, mi juventud (Cfr. Sal 103,5)» (Amigos de Dios, n. 31). Si permanecemos unidos al Señor, seremos siempre jóvenes, y Él seguirá haciendo la Obra, siempre antigua y siempre nueva, en los diferentes lugares, culturas y tiempos.
Para una vida humana, noventa años son muchos; en cambio para la Obra son ciertamente pocos. Seguimos en los comienzos: que esto nos sirva como un recuerdo del don que hemos recibido y de la hermosa misión que Cristo ha puesto en nuestras manos.
No dejéis de acompañarme con vuestra oración y, sobre todo, acompañemos estos días al Santo Padre para ir todos juntos a Jesús por María.
Con todo cariño os bendice
vuestro Padre
Roma, 1 de octubre de 2018

viernes, 8 de junio de 2018

Carta pastoral del Prelado del Opus Dei con motivo del Sínodo de Obispos


Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
La proximidad del Sínodo de Obispos, sobre la juventud y el discernimiento vocacional, me mueve a dirigiros estas líneas para invitaros a una renovada dedicación a la obra de san Rafael, que ha de ser, para todos, –en expresión de san Josemaría– como «la niña de nuestros ojos», pues la formación cristiana de la juventud es y será siempre una prioridad apostólica en la Iglesia y por tanto en la Obra.
«Ite et vos in vineam meam. Id también vosotros a mi viña». Nuestro Padre escribió estas palabras de Jesús –de la parábola de los trabajadores en la viña (cfr. Mt 20,4)–, como encabezamiento de la Instrucción para la obra de san Rafael. Las reconocemos dirigidas también a nosotros, sabiéndonos enviados a trabajar en la viña que el Señor encomendó a nuestro Padre y que ahora está en las manos de cada una de sus hijas y de cada uno de sus hijos.
Como finalidad inmediata de esta labor deseamos formar al mayor número posible de gente joven, para que con libertad y responsabilidad personales, participando del espíritu de la Obra, sean –ahora y después a lo largo de su vida– fermento cristiano en las familias, en las profesiones, en todo el campo inmenso de la vida humana en medio del mundo. Y como otra consecuencia de esta labor, el Señor no dejará de llamar a quienes Él quiera (cfr. Mc 3,13) a incorporarse al Opus Dei.
También por la acción apostólica de esos mismos chicos y chicas de san Rafael, deseamos ser, en unión con toda la Iglesia, sembradores de la alegría del Evangelio, que «llena el corazón y la vida entera de los que encuentran a Jesús»[1].
Que estas muchachas y estos muchachos sean de hecho una selección, no significa desentenderse de los demás. De cien almas nos interesan las cien; por eso, como también nos enseña nuestro Padre: «Vuestra labor y la mía debe ir dirigida, repito, a todas las criaturas: a los parientes, a los amigos, a los convecinos, a los colegas, a los de nuestro país, a los que son ciudadanos de otros países; a los católicos, a los cristianos disidentes, a los no cristianos: siempre conviviendo con amistad leal y veritatem facientes in caritate, siguiendo y propagando la verdad del Evangelio con caridad (Ephes. IV, 15)»[2].
Aunque los chicos y las chicas de san Rafael no tengan un vínculo formal con la Obra –no son fieles de la Prelatura–, participan de su espíritu y de su dinamismo apostólico. No son, por tanto, personas que simplemente reciben unos medios de formación espiritual, sino que sienten la Obra como suya y procuran cooperar activamente en su misión apostólica.
Procuremos dedicar cabeza y tiempo a preparar las actividades que son medios tradicionales de esta labor (círculos, retiros, catequesis, etc.), y ponerlos en práctica con el tono humano y sobrenatural, con el sentido positivo y el amor a Dios y a las almas con que nacieron en el corazón de san Josemaría. Sin olvidar que el fruto apostólico depende ante todo de la gracia de Dios.
Sabéis bien que estas actividades no son independientes de las relaciones interpersonales de amistad: «Nuestro Padre nos enseñó que estas labores han de ir siempre precedidas, acompañadas y seguidas por la oración, la mortificación y el trato personal de amistad y confidencia»[3].
La amistad es un valor humano muy rico, que Jesús mismo ha elevado al nivel divino: «A vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15); «Nadie tiene un amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). El Señor se da completamente: procuremos seguir sus pasos y entregar la vida por los demás. El apostolado es máxima expresión de amistad. No se instrumentaliza la amistad, sino que se lleva a su plenitud.
Vivir una verdadera amistad, leal y sincera[4], implica salir de nosotros mismos. Supone dedicar generosamente el tiempo para un trato personal, en el que se comparten alegrías, dolores, esperanzas, por verdadero interés y afecto mutuo. En este ámbito del apostolado personal de amistad, se abren siempre grandes posibilidades a la espontaneidad e iniciativa de cada una y de cada uno.
También hay un gran panorama para organizar actividades auxiliares, según las necesidades de lugar y tiempo, que ayuden a mejorar la formación humana, cultural, etc. de un gran número de gente joven, respetando y defendiendo la libertad de todos, y les facilite acercarse a la fe o incrementar su formación y vida cristiana.
Cuando las dificultades nos parezcan grandes –y, en ocasiones, lo sean–, volvamos la mirada a los primeros tiempos de la Obra, en los que los obstáculos eran muy fuertes, y que años más tarde nuestro Padre recordaba con estas palabras: «Frente a todo eso, teníamos bien poco -ningún medio humano y mucha juventud, mucha inexperiencia y mucha ingenuidad-, pero lo teníamos también todo: la oración, la gracia de Dios, el buen humor y el trabajo, que siempre han sido y serán las armas del Opus Dei»[5].
Pidamos luz al Señor, para ver cada una y cada uno qué más podemos hacer y qué podemos hacer mejor en esta labor, comenzado por los medios sobrenaturales: oración, sacrificio, trabajo convertido en oración. Cada uno podrá considerar también cómo mejorar su participación, según su edad y circunstancias personales, en los diversos medios de este apostolado con la juventud.
Con todo cariño os bendice vuestro Padre
Roma, 8 de junio de 2018
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


[1] Francisco, Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 24-XI-2013, n. 1.
[2] San Josemaría, Instrucción, 8-XII-1941, n. 3.
[3] Don Javier, Carta del 28-XI-2002, n. 13.
[4] Cfr. San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 149.
[5] San Josemaría, Carta 7-X-1950, n. 12.