jueves, 27 de junio de 2013

Homilía 20130626

El “deseo de paternidad” está inscrito en las fibras más profundas del hombre, dijo el Papa. Y un sacerdote no es una excepción, si bien vive este deseo de modo particular:
“Cuando un hombre no tiene este deseo, algo falta en este hombre. Algo no va. Todos nosotros, para ser, para llegar a ser plenos, para ser maduros, debemos sentir la alegría de la paternidad, también nosotros que somos célibes. La paternidad es dar vida a los demás, dar vida, dar vida… Para nosotros será la paternidad pastoral, la paternidad espiritual: pero es dar vida, llegar a ser padres”.
El Papa inspiró su reflexión en el pasaje del libro del Génesis en el que Dios promete al anciano Abraham la alegría de un hijo, junto a una descendencia numerosa como las estrellas del cielo. Y para sellar este pacto, Abraham sigue las indicaciones de Dios y prepara un sacrificio de animales que después defiende del asalto de las aves rapaces. “Me conmueve – comentó el Papa – ver a este hombre de noventa años con el bastón en la mano”, que defiende su sacrificio. “Me hace pensar a un padre, cuando defiende la familia, los hijos”:
“Un padre que sabe lo que significa defender a los hijos. Y esta es una gracia que nosotros los sacerdotes debemos pedir: ser padres, ser padres. La gracia de la paternidad, de la paternidad pastoral, de la paternidad espiritual. Pecados tenemos tantos, pero esto es de común “sanctorum”: todos tenemos pecados. Pero no tener hijos, no llegar a ser padre, es como si la vida no llegase a su fin: se detiene a mitad de camino. Y, por tanto, debemos ser padres. Pero es una gracia que el Señor da. La gente nos dice: ‘Padre, padre, padre…’. Nos quiere así, padres, con la gracia de la paternidad pastoral”.
El Papa Francisco de dirigió con afecto al Cardenal De Giorgi, quien ha llegado a la meta del 60° aniversario de sacerdocio y le dijo: “Yo no sé qué hizo el querido Salvador”, pero “estoy seguro de que ha sido padre”. “Y esto es un signo”, y dirigiéndose a los tantos sacerdotes que acompañaban al Purpurado prosiguió: Ahora les toca a ustedes. A la vez que observó: Todo árbol “da su fruto y si es bueno, los frutos deben ser buenos, ¿no?”. Por tanto, añadió con simpatía, “no lo hagan quedar mal…”:
“Agradezcamos al Señor por esta gracia de la paternidad en la Iglesia, que va de padre en hijo, y así… Y yo pienso, para terminar, en estos dos iconos y en otro más: el icono de Abraham que pide un hijo, el icono de Abraham con el bastón en la mano, defendiendo la familia, y el icono del anciano Simeón en el Templo, cuando recibe la vida nueva: hace una liturgia espontánea, la liturgia de la alegría, a Él. Y a ustedes, que el Señor hoy les dé tanta alegría”.

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