sábado, 27 de marzo de 2010

Religiosos

Hace cinco o seis años, recién llegado a Madrid, fui invitado a un Retiro en la Vicaría II que predicó el Cardenal Rouco. Como es tradición en estos eventos no faltó la comida de hermandad. En mi mesa coincidimos unos veinte comensales. Nos presentamos. La pregunta inesperada no tardó en ser hecha: “Vosotros sois religiosos”. Silencio y expectación. Me encomiendo al Espíritu Santo y respondo: “Si, en el buen sentido de la palabra”. Cara de circunstancia y sonrisas.
No pregunté a mi interlocutor si era religioso, sacerdote secular, diácono permanente o laico cualificado; había de todo y todos igualmente vestidos.
Seguimos hablando de otra cosa, pero me dio la impresión que algunos quieren hacerse con la exclusiva de la religión y hacer que todos sean religiosos como ellos, haciendo tres votos y apartándose del mundo. O al menos asimilarse a los religiosos, con tres votos y algún distintivo.
Cincuenta años después del Concilio algunos no entienden que los cristianos no necesitamos hacer votos para amar a Dios. Que al recibir el bautismo recibimos la gracia que nos hace santos. Que a lo largo de nuestra vida con la oración y los sacramentos recibimos gracia sobre gracia para poder aspirar a la santidad que Dios nos pide.
Por contra me consta que hay muchos religiosos y religiosas que comprenden perfectamente la llamada a la santidad en medio del mundo, aunque no sea esa su vocación; y rezan cada día por el apostolado que hacemos los que permanecemos en el mundo. Pienso que precisamente por eso no les faltan vocaciones.

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