Señor,
Tú creaste el Cielo que ahora contemplo. Tuyas son las nubes que vienen del
Oeste con una promesa de lluvia en su vientre. De ti llega el viento que agita
las copas de los pinos y las aves que se esconden para guarecerse del frío. Tú
creaste la tierra, la inexplicable belleza de los desiertos y exuberancia de
las selvas tropicales. Tú fuiste el compositor de la melodía que entona cada
pájaro del bosque y la que cantan los chopos cuando los agita el viento. Es
divina la sonrisa transparente de los niños y la mirada traslúcida de los
viejos.
Señor,
que nunca deje de verte en la belleza de tus criaturas. Que te vean todos. Es
cierto que la tierra está dañada por el pecado del hombre, pero la huella de
tus manos es más visible que la herida que dejaron nuestras ofensas.
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