He salido a cazar estrellas
en el jardín. El cielo hierve de luces amarillas diminutas. De vez en cuando
una nube viajera cubre un trozo del firmamento y me deja ciego.
Yo sé que hay otro universo
más grande que éste, que se escapa al alcance de mis prismáticos. En vano
trataría de buscarlo al otro lado de la bóveda celeste. Está aquí mismo, a mi
lado. Me envuelve, me acaricia y me protege.
Trato de pensar en él. Si
este mundo material, donde aún reina el pecado, encierra tanta belleza, ¿qué no
será ese Paraíso invisible, creado por Dios para los ángeles?
¿Habrá montañas, desiertos,
océanos, bosques, flores, aromas, playas…?
Mi ángel custodio se ríe y
me promete una visita guiada cuando nos encontramos, al fin, cara a cara.
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