domingo, 18 de noviembre de 2012

Padre






Los antiguos judíos te preguntaron muchas veces tu nombre, y tú te resistías a darlo. Nombrar a una persona equivale a conocerla, a encerrarla en un concepto que la defina. Y Tú, Señor, no puedes ser definido. Eres el que está más allá de toda palabra humana.
Moisés, en el Sinaí, volvió a pedir tu nombre, y entonces sí obtuvo una respuesta:
--"Yo soy el que soy".
¡Yahvé! Con esa palabra sagrada nos dejaste a las puertas del misterio.
Jesús, al fin, nos ha revelado tu verdadero nombre: Padre. Así le llamaremos siempre. Y tú contestarás: "Dime, hijo mío".

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