martes, 27 de noviembre de 2012

Sentado a la derecha de Dios


En cierta ocasión, Santiago y San Juan pidieron al Señor que les concediera un puesto a su derecha y a su izquierda en el Reino de los Cielos. Los “hijos del trueno” ―así los llamó Jesús y no precisamente por la dulzura de su carácter― habían salido a su madre, Salomé, que hizo de intermediaria.
No le pareció mal al Señor la sorprendente pretensión de sus apóstoles. Era una buena oportunidad para sondear la grandeza de su corazón.
―No sabéis lo que pedís ―les respondió―. ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?
A coro contestaron que sí, que con tal de estar siempre a tu lado, sufrirían todos los malos tragos que hiciera falta.
―¡Beberéis mi cáliz! ―les prometió entonces Cristo―; pero el puesto en el Reino ya está adjudicado.
Así debe ser: junto al Señor estarán el Padre y el Espíritu Santo. Y a su derecha, María Santísima con cuerpo y alma, coronada de estrellas. Y San José…
“Sentados” a la diestra de Dios, como dice el credo. Amén.

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