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El año de la fe
También en nuestro tiempo un lugar
privilegiado para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para
comunicar la fe a las nuevas generaciones. El Concilio Vaticano II habla de los
padres como los primeros mensajeros de Dios (cf. Lumen gentium, 11; Apostolicam
actuositatem, 11), llamados a redescubrir esta misión suya, asumiendo la
responsabilidad de educar, de abrir las conciencias de los pequeños al amor de
Dios como un servicio fundamental a sus vidas, de ser los primeros catequistas
y maestros de la fe para sus hijos. Y en esta tarea es importante ante todo la
vigilancia, que significa saber aprovechar las ocasiones favorables para
introducir en familia el tema de la fe y para hacer madurar una reflexión
crítica respecto a los numerosos condicionamientos a los que están sometidos
los hijos. Esta atención de los padres es también sensibilidad para recibir los
posibles interrogantes religiosos presentes en el ánimo de los hijos, a veces
evidentes, otras ocultos.
Audiencia 20121128
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