Este «designio de benevolencia» no ha quedado,
por decirlo así, en el silencio de Dios, en la altura de su Cielo, sino que Él
lo ha dado a conocer entrando en relación con el hombre, a quien no sólo ha
revelado algo, sino a Sí mismo. Él no ha comunicado simplemente un conjunto de
verdades, sino que se ha auto-comunicado a nosotros, hasta ser uno de nosotros,
hasta encarnarse. El Concilio Ecuménico Vaticano II en la constitución
dogmática Dei Verbum dice: «Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a
sí mismo —no sólo algo de sí, sino a sí mismo— y manifestar el misterio de su
voluntad: por Cristo, la
Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los
hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina» (n. 2).
Audiencia 20121205
Sic.
Hace 3 horas
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