Hablar
de Dios, pues, quiere decir hacer comprender con la palabra y la vida que Dios
no es el rival de nuestra existencia, sino su verdadero garante, el garante de
la grandeza de la persona humana. Y con ello volvemos al inicio: hablar de Dios
es comunicar, con fuerza y sencillez, con la palabra y la vida, lo que es
esencial: el Dios de Jesucristo, ese Dios que nos ha mostrado un amor tan
grande como para encarnarse, morir y resucitar por nosotros; ese Dios que pide
seguirle y dejarse transformar por su inmenso amor para renovar nuestra vida y
nuestras relaciones; ese Dios que nos ha dado la Iglesia para caminar
juntos y, a través de la
Palabra y los Sacramentos, renovar toda la Ciudad de los hombres a fin
de que pueda transformarse en Ciudad de Dios.
Audiencia 20121128
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