En la
Profesión de fe, el Credo, se define a Jesús con diversos
apelativos: «Señor, ... Cristo, unigénito Hijo de Dios... Dios de Dios, Luz de
Luz, Dios verdadero de Dios verdadero... de la misma sustancia del Padre»
(Credo niceno-constantinopolitano). Vemos entonces que «Él» remite a otra
persona, al Padre. El primer sujeto de esta frase es, por lo tanto, el Padre
que, con el Hijo y el Espíritu Santo, es el único Dios.
Esta afirmación del Credo no se refiere al ser eterno de
Dios, sino más bien nos habla de una acción en la que toman parte las tres
Personas divinas y que se realiza «ex Maria Virgine». Sin ella el ingreso de
Dios en la historia de la humanidad no habría llegado a su fin ni habría tenido
lugar aquello que es central en nuestra Profesión de fe: Dios es un Dios con
nosotros. Así, María pertenece en modo irrenunciable a nuestra fe en el Dios
que obra, que entra en la historia. Ella pone a disposición toda su persona,
«acepta» convertirse en lugar en el que habita Dios.
Audiencia 20130102
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