La renuncia del santo padre Benedicto XVI de su función de Obispo de Roma y
sucesor de San Pedro, han abierto en la opinión pública un predecible debate
sobre el significado de esta elección y sobre el sentido que el mismo pontífice
le ha atribuido. Algunos profesores de la Universidad de la Santa Cruz intervienen
respondiendo a preguntas que los cristianos y la opinión pública se están
haciendo en estos días.
El profesor Norberto González Gaitano, profesor de Opinión Pública, ha explicado
que frente a la decisión en conciencia, meditada y sufrida de un hombre
--también un papa-- no hay otra reacción que la de manifestar respeto, profundo
respeto. Y en esta reacción la opinión pública mundial ha sido unánime: líderes
religiosos, jefes de Estado, presidentes de gobierno y la gente en general.
Cualquier otro juicio si quiere ser razonable, sólo puede basarse en efectos,
calculados o imprevisibles, de la acción realizada, y no sobre la persona o
sobre la acción en sí. Y añade que el juicio es necesariamente histórico,
formulado por una perspectiva temporal y por lo tanto sujeto él mismo a
cambios. Dejemos el juicio a los históricos. Sin embargo, la opinión pública no
puede esperar al juicio de los historiadores para formarse. Y sobre este suceso
ya se está formando. En base a este tipo de juicio, como profesor que investiga
desde hace años sobre opinión pública y la Iglesia, formula algunas consideraciones.
En primer lugar, un análisis de la opinión pública internacional como
aparece en los medios de comunicación es claramente muy positivo, también entre
los no cristianos. La atención global tan relevante que se le ha prestado
demuestra que, de alguna forma, la opinión pública percibe la singularidad de la Iglesia católica y del
hombre que la gobierna. En segundo lugar en los ambientes católicos, dentro de la Iglesia, junto a una
explícita adhesión a Benedicto XVI y a una aceptación de su decisión, encuentra
preguntas y a veces perplejidad. Estas son preguntas que afectan a la opinión
pública en la Iglesia. En
este plano, en el de la formulación y de la formación de la opinión pública en la Iglesia, avanza algunos
argumentos: a nivel de fe, la opinión pública no tiene un rol discursivo. La
opinión pública se manifiesta no juzgando sino orando; a nivel práctico, de la
comunión de vida, la eventual dimisión de un papa le concierne solamente a él
poniéndose delante de Dios y de su conciencia y además el papa ha querido
explicarse a los cardenales y a los fieles; finalmente, en el plano
contingente, reina la libertad, con argumentos, razonables o no, con mejor o
peor fundamento.
El profesor Jesús Miñambres, docente de Derecho Patrimonial Canónico,
reconoce que la renuncia del papa a la
Sede provoca al jurista una primera reacción de
agradecimiento: porque es justo dar a cada uno lo que le corresponde, sobre
todo es necesario agradecer al fiel Joseph Ratzinger por el recorrido de vida
realizado hasta aquí y por su disponibilidad a la acción de la gracia, que lo
ha llevado lejos de la pasión por la enseñanza y la investigación hacia un
compromiso en roles de gobierno al servicio de la Iglesia. En términos
más técnicos, puntualiza el profesor, la renuncia de Benedicto XVI al oficio de
romano pontífice es una de las posibilidades previstas en la Iglesia para provocar la Sede Vacante. Las
hipótesis que surgen ahora en torno a este hecho, ¿cómo se configura el
estatuto jurídico personal de quien "ha sido" romano pontífice? ¿se
puede hablar de obispo "emérito" de Roma? El profesor Miñambres está
casi seguro que ha meditado sobre estas cuestiones y ha consultado a los
expertos para proceder con prudencia. Pero también está seguro que no han sido
estos los aspectos más importantes a tener en consideración antes de decidir el
paso que ha dado. Y añade que la libertad de espíritu y la transparencia con la
que se ha realizado la decisión, merecen una gran acogida por parte de los
fieles al pastor supremo de la
Iglesia.
El vicerrector y profesor de Eclesiología Philip Goyret reconoce también que
la primera reacción natural de cada católico debe ser la oración intensa y
profunda por su persona y por la Iglesia. Pero mirando bien, la decisión del Papa
es muy coherente con su pensamiento y, más en particular, con su modo de
entender la función petrina que no son los mismos parámetros del gobierno de
las naciones. Cuando los apóstoles discuten quién sería el más grande, Jesús
dice: "quien es el más grande entre vosotros que se haga el más pequeño y
quien gobierna como el que sirve" (Lc 22,26). Añade además que cuando se
percibe que las condiciones para desarrollar este servicio disminuyen, la
decisión de retirarse surge como elección no sólo coherente, sino también como
resultado de un comportamiento personal marcado por la humildad, lejano de apego
despótico al poder. El aspecto esencial es siempre el servicio. Podemos decir,
finaliza, que la dimisión de la función primordial es también un morir a la
gloria, y así Benedicto XVI nos deja un ejemplo tan válido como el de Juan
Pablo II.
También para el profesor Johannes Grohe, profesor de Historia de la Iglesia, la renuncia de
Benedicto XVI representa algo histórico: aunque se puedan indicar renuncias
como la de san Clemente I (97) o la de san Ponciano (235), éstas fueron
situaciones de persecuciones de la
Iglesia en las que la renuncia tenía el objetivo de no dejar
a la Iglesia
sin pastor. Ni siquiera la renuncia de san Celestino V (1294) puede tomarse
como ejemplo, ya que el santo ermitaño se dio cuenta al poco tiempo de su
insuficiencia y de una dependencia sofocante de la corte napolitana, y con gran
humildad asumió las consecuencias. Añade el profesor, que el papa ha tomado una
decisión de gran valentía y plena libertad: cuando un papa alcanza la clara
conciencia de no estar en condiciones físicas, psicológicas o mentales de
desarrollar el encargo que se le ha confiado, por lo tanto tiene el derecho y
en algunas circunstancias también el deber de renunciar, había declarado en el
libro-entrevista de Peter Seewald Luz del Mundo, de 2010. Servicio Zenit 20130214
sic.
Hace 4 horas
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