En la Cuaresma aprendemos a dar
el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da trascendencia a
nuestra vida espiritual. Además, la oración no es aislarse del mundo y de sus
contradicciones, como en el Tabor habría querido hacer Pedro, sino que la
oración reconduce al camino, a la acción. "La existencia cristiana - he
escrito en el Mensaje para esta Cuaresma - consiste en un continuo subir al
monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la
fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con
el mismo amor de Dios".
Queridos hermanos y
hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo especial dirigida a mí, en
este momento de mi vida. El Señor me llama a 'subir al monte', a dedicarme aún
más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si
Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la
misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un
modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María: Ella
nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la
caridad activa. Angelus 20130224
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