Hablar de Dios quiere decir, ante todo, tener
bien claro lo que debemos llevar a los hombres y a las mujeres de nuestro
tiempo: no un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que
existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia; el Dios
de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y del cómo
vivir. Por esto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y su
Evangelio; supone nuestro conocimiento personal y real de Dios y una fuerte
pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito, sino
siguiendo el método de Dios mismo. El método de Dios es el de la humildad —Dios
se hace uno de nosotros—, es el método realizado en la Encarnación en la
sencilla casa de Nazaret y en la gruta de Belén, el de la parábola del granito
de mostaza. Es necesario no temer la humildad de los pequeños pasos y confiar
en la levadura que penetra en la masa y lentamente la hace crecer (cf. Mt 13,
33).
Audiencia 20121128
Viernes santo.
Hace 2 horas
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