Creo firmemente
que nuestra Iglesia es Católica, es decir, Universal. y está llamada a
extenderse de polo a polo, a integrarse en todas las culturas y pueblos de la
tierra.
No
creo en las capillitas ni en los corralitos. Sí creo en esos centenares de
diócesis del mundo entero, a las que llamamos "Iglesias" porque en
cada una de ellas vive la
Iglesia Universal, una y única. En estas comunidades ―aunque
muchas veces sean pequeñas y pobres o vivan dispersas― está presente
Cristo, quien con su poder constituye a la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
La
Iglesia Católica
tampoco es el resultado de una suma de Iglesias particulares ni una federación
de comunidades autónomas, sino una realidad universal, un solo pueblo unido por
una misma fe, un mismo culto y un mismo Pastor.
No
existe ―lo diré claramente― una iglesia vasca, castellana, catalana, corsa
extremeña, siciliana o española. Por tanto no puedo creer en ellas. No seamos
aldeanos. Hay sólo una Iglesia Santa que peregrina en el mundo entero, en cada
diócesis y en cada cristiano.
San
Ireneo, el gran obispo martir de Lyon, llegó a la Galia en el siglo II desde
Esmirna, su país natal. Quizá dentro de no mucho tiempo vengan de nuevo a
evangelizar Europa desde muy lejos, y tengamos un obispo africano en Madrid, un
inglés en Bilbao o un chino en Gerona…
Que
nadie se alarme: los pueblos caen, las civilizaciones se derrumban, las lenguas
se dispersan o se confunden, pero la
Iglesia ―Cuerpo de Cristo― seguirá siendo Una y Universal por
los siglos de los siglos.
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