Hoy no faltan dificultades y
pruebas por la fe, a menudo poco comprendida, contestada, rechazada. San Pedro
decía a sus cristianos: «Estad dispuestos siempre para dar explicación a todo
el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto»
(1 P 3, 15-16). En el pasado, en Occidente, en una sociedad considerada
cristiana, la fe era el ambiente en el que se movía; la referencia y la
adhesión a Dios eran, para la mayoría de la gente, parte de la vida cotidiana.
Más bien era quien no creía quien tenía que justificar la propia incredulidad.
En nuestro mundo la situación ha cambiado, y cada vez más el creyente debe ser
capaz de dar razón de su fe. El beato Juan Pablo II, en la encíclica Fides et
ratio, subrayaba cómo la fe se pone a prueba incluso en la época contemporánea,
permeada por formas sutiles y capciosas de ateísmo teórico y práctico (cf. nn.
46-47).
dana winner my friend the wind
Hace 1 hora
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