Desde
la Ilustración
en adelante, la crítica a la religión se ha intensificado; la historia ha
estado marcada también por la presencia de sistemas ateos en los que Dios era
considerado una mera proyección del ánimo humano, un espejismo y el producto de
una sociedad ya adulterada por tantas alienaciones. El siglo pasado además ha
conocido un fuerte proceso de secularismo, caracterizado por la autonomía
absoluta del hombre, tenido como medida y artífice de la realidad, pero
empobrecido por ser criatura «a imagen y semejanza de Dios». En nuestro tiempo
se ha verificado un fenómeno particularmente peligroso para la fe: existe una
forma de ateísmo que definimos, precisamente, «práctico», en el cual no se
niegan las verdades de la fe o los ritos religiosos, sino que simplemente se
consideran irrelevantes para la existencia cotidiana, desgajados de la vida,
inútiles. Con frecuencia, entonces, se cree en Dios de un modo superficial, y
se vive «como si Dios no existiera» (etsi Deus non daretur). Al final, sin
embargo, este modo de vivir resulta aún más destructivo, porque lleva a la
indiferencia hacia la fe y hacia la cuestión de Dios.
dana winner my friend the wind
Hace 1 hora
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