El Credo concluye con un acto de Esperanza. Creo y
espero. Sé que al otro lado de la muerte no está la nada, sino el amor de Dios
que nos aguarda con los brazos y el corazón abiertos.
No caigamos en la presunción, pero tampoco en la
desesperanza. Estamos en camino y la puerta que conduce al Reino es estrecha;
pero Dios está empeñado en que la traspasemos, y ese proyecto divino sólo puede
encontrar un obstáculo: nuestra voluntad, que aún es capaz de cerrarse
tercamente al Amor que le llama.
Pidamos a Dios nuestro Señor que nos tenga de su mano en
el día de la muerte; que nuestra alma inmortal empiece a vivir con Cristo a la
espera de la resurrección final.
Tertuliano, el gran escritor eclesiástico nacido en el
siglo segundo, escribió: "la resurrección de los muertos es esperanza de
los cristianos; somos cristianos por creer en ella".
Y un teólogo poeta dijo que “la Esperanza es la sonrisa
de la fe”. Yo estoy seguro de que es también la sonrisa de María, que siempre
acompaña a sus hijos en todas las etapas del camino.
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