sábado, 15 de diciembre de 2012

La resurrección de la carne y la vida eterna

El Credo concluye con un acto de Esperanza. Creo y espero. Sé que al otro lado de la muerte no está la nada, sino el amor de Dios que nos aguarda con los brazos y el corazón abiertos.
No caigamos en la presunción, pero tampoco en la desesperanza. Estamos en camino y la puerta que conduce al Reino es estrecha; pero Dios está empeñado en que la traspasemos, y ese proyecto divino sólo puede encontrar un obstáculo: nuestra voluntad, que aún es capaz de cerrarse tercamente al Amor que le llama.
Pidamos a Dios nuestro Señor que nos tenga de su mano en el día de la muerte; que nuestra alma inmortal empiece a vivir con Cristo a la espera de la resurrección final.
Tertuliano, el gran escritor eclesiástico nacido en el siglo segundo, escribió: "la resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella".
Y un teólogo poeta dijo que “la Esperanza es la sonrisa de la fe”. Yo estoy seguro de que es también la sonrisa de María, que siempre acompaña a sus hijos en todas las etapas del camino.

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