Se podrían hacer consideraciones análogas
también a propósito de otras experiencias humanas, como la amistad, la
experiencia de lo bello, el amor por el conocimiento: cada bien que experimenta
el hombre tiende al misterio que envuelve al hombre mismo; cada deseo que se
asoma al corazón humano se hace eco de un deseo fundamental que jamás se sacia
plenamente. Indudablemente desde tal deseo profundo, que esconde también algo
de enigmático, no se puede llegar directamente a la fe. El hombre, en
definitiva, conoce bien lo que no le sacia, pero no puede imaginar o definir
qué le haría experimentar esa felicidad cuya nostalgia lleva en el corazón. No
se puede conocer a Dios sólo a partir del deseo del hombre. Desde este punto de
vista el misterio permanece: el hombre es buscador del Absoluto, un buscador de
pasos pequeños e inciertos.
dana winner my friend the wind
Hace 1 hora
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