Al oír las palabras de Pedro, muchos se sienten
personalmente interpelados, se arrepienten de sus pecados y se bautizan
recibiendo el don del Espíritu Santo (cf. Hch 2, 37-41). Así inicia el
camino la Iglesia,
comunidad que lleva este anuncio en el tiempo y en el espacio, comunidad que es
el Pueblo de Dios fundado sobre la nueva alianza gracias a la sangre de Cristo
y cuyos miembros no pertenecen a un grupo social o étnico particular, sino que
son hombres y mujeres procedentes de toda nación y cultura. Es un pueblo
«católico», que habla lenguas nuevas, universalmente abierto a acoger a todos,
más allá de cualquier confín, abatiendo todas las barreras. Dice san Pablo: «No
hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y
libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos» (Col 3, 11).
Audiencia 20121031
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